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Recuerdo la noche del Odense...

El Madrid lleva en su genética emocional remontar en el Bernabéu. Es casi un mandamiento de obligado cumplimiento. En la ida se puede perder, incluso por una diferencia generosa, pero en la vuelta se encienden las hogueras de lo imposible y la mística de este estadio mitológico se encarga de hacer el resto. Pero cuando el Madrid hace los deberes y gana el partido de ida lejos de nuestras fronteras, sucede algo extraño difícil de explicar. El equipo salta al campo con el freno de mano echado, sin sangre en el ojo, con la frialdad de un anestesista. Medita cómo administrar la renta sin correr riesgos. O sea, le toca especular. Y ese es un verbo que el Madrid conjuga de pena, con numerosas faltas ortográficas.

Que se lo digan a mi admirado Jorge Valdano. El 6 de diciembre de 1994 tocaba trámite ante el modesto Odense danés, en la Copa de la UEFA. Triunfo allí por 2-3. Y los goles fuera de casa valían doble por entonces. Ellos marcaron primero, pero se llegó al descuento y parecía que todo iba a quedar en un simple susto. Hasta que un tal Bisgaard firmó el 0-2 del descabello y de una eliminación sonrojante. También pasó en la final de la primera Copa de la UEFA ante el Videoton. 0-3 en Hungría y toda la fiesta preparada en la vuelta, con un Bernabéu a reventar. Pues 0-1 y sensación agridulce. Y ya vieron los sufrimientos recientes ante Bayern, Ajax, Juventus y Chelsea. Ojo.