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Propósitos blancos

Son varios mis propósitos, deseos y objetivos como madridista para este 2024. Algunos más alcanzables que otros. Aquí van varios:

Intentar no romperme el cruzado en la ducha. Fichar un central. Buscar nuevos ángulos del Bernabéu hasta que me termine gustando (ya lo decía Marco Aurelio en sus meditaciones: “Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad”). Fichar un central. Ilusionarme con Arda Güler. No dejarme llevar por la euforia con Arda Güler. Fichar un central. Ir a la peluquería del hermano de Camavinga y decirle: “Dibuje, maestro”. Tener WiFi en el estadio antes de 2025. Fichar un central. Traer al hermano de Bellingham: Jobe (y titular cuando marque su primer gol: “Good jobe”). Traer también al hijo de Fernando Redondo (lo hemos intentado con cuatro hijos de Zidane; el Barça sacó a un centrocampista histórico del peor portero de su historia: funciona o dejo de creer en la genética). Recuperar a Kubo. ¿He dicho ya fichar un central? Bueno, fichar un central. No entrar en bucle con Mbappé. Renovar a Kroos y a Modric (todos somos contingentes, pero ellos son necesarios).

Por si no hubiera quedado suficientemente claro, veo mandatorio el fichaje de un central. Aunque sospecho que es predicar en el desierto. Un Ancelotti recién renovado dijo ayer que no contemplan traer a un central y que con Tchouameni y Carvajal (¿?) debería bastar y sobrar. Lo considero una temeridad. El Madrid tiene por delante cuatro títulos (Supercopa, Copa, Liga y Champions) y dos centrales disponibles (Rüdiger y Nacho). Es entendible que el club tenga por norma no recurrir al mercado de invierno, pero tampoco puede ser víctima de su propia rigidez. Nadie quiere usar un extintor hasta que toca usarlo. Tan absurdo es esperar un milagro por Navidad como lo es no hacer nada mientras tu plantilla se descompone con media temporada por delante y una defensa con parches y retales. El club está cayendo en cierta autocomplacencia fruto del buen ritmo en Liga y del pleno de puntos en Champions. Aunque si algo aprendimos del pasado es que una buena temporada tarda en construirse meses y se derrumba en días.

El Madrid, no lo olvidemos, empezó a reverdecer viejos laureles cuando se tomó en serio la parcela defensiva y se dejó de experimentos con gaseosa. Descuidar este aspecto y desaprovechar el ‘momento Bellingham’ por no tener al menos una rueda de repuesto en defensa lo veo una irresponsabilidad que roza la dejación de funciones. Sobre todo con la baja de Tibu Courtois y las habituales lesiones de sus dos laterales titulares.

A veces creo que miramos tanto los carteles y las luces brillantes del futuro (¡Endrick!, ¡Mbappé!, ¡Taylor Swift!, ¡NFL!) que no vemos el aviso de emergencia parpadeando en el salpicadero.

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