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Poquita fe y anormalidad

Lo normal en un club normal hubiera sido que cuando en enero Xavi dijo que se iba a final de año, el presidente Laporta, como así lo reconoció, hubiera despedido al técnico esa misma noche. Pero no lo hizo porque era Xavi. Y porque el Barça no es un club ni medio normal. Lo normal hubiera sido que cuando Xavi repetía una y otra vez que “no habrá cambio de decisión”, la prensa se lo creyera, como ha pasado con Klopp en Liverpool por ejemplo. Pero no fue así. Los que siguen el Barça también saben que este no es un club al uso y que fe en las declaraciones de unos y otros, más bien poquita.

Todo el mundo vivía bajo dos paradojas. La primera es que el exilio a Montjuïc ha sido una losa para el club deportiva, social y económicamente, pero en cambio ha evitado que una situación tan chusca como la que se está viviendo se incendie cada partido disputado como local. Este escenario en un Camp Nou con 80.000 socios hubiera sido insostenible. En Montjuïc hay 17.000 abonados estupefactos que ven como los turistas hacen la ola. La segunda, como se ha confirmado, es la que hace referencia a que Xavi decía que se iba pero en el fondo quería quedarse. Era cuestión de tiempo. La junta no veía mal que se fuera, pero decían también con poquita fe que querían que se quedara, como al final ha sido. El intento de vender que ahora están todos felices es una patraña que tardó en desarmarse el poco tiempo que pasó entre la salida del vicepresidente Yuste del domicilio de Laporta celebrando el consenso y la aparición de Enric Masip, asesor del presidente, que reconoció que “aquí cada uno tiene su parecer, pero ahora vamos todos a una”.

Un ejemplo más de la política de pelota adelante en la que está sumido el Barça desde el retorno de Laporta. El plan es que no hay plan. A Xavi le han aplicado la doctrina Koeman. Esa de “sigues, pero si en 15 días encuentro a otro te vas”. Con el holandés, encontraron a Xavi, que esa vez sí que llegó con unanimidad. Con el de Terrassa no han encontrado a nadie y se han encontrado presidente y técnico en un punto común. Uno mantiene un paraguas y el otro no se va por la gatera con deshonra.

Lo normal sería que Xavi empezara la próxima temporada. Pero el Barça debe visitar Girona y aguantar el asedio a la segunda plaza de los de Míchel (otro equipo que les metió 4 goles en un día decisivo) y si no lo consigue, entonces las palabras de Laporta en campaña cuando dijo que “perder tendrá consecuencias” sonarán a doble epitafio. Y ya sabemos que el Barça es cualquier cosa menos normal. De momento, se aplaza la crisis hasta nueva orden. No duden que continuará y todo apunta a que no acabará bien. Perdonen la poquita fe.

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