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¿Para qué sirve el fútbol?

Escribió Andoni Zubizarreta el pasado sábado en El País una columna en la que se lamentaba de que el triunfo mundial de la Selección española femenina de fútbol hubiera derivado en la polémica de los últimos días, en lugar de en una celebración que habría tenido un enorme impacto positivo para España y el fútbol femenino. En la misma línea se han manifestado entrenadores y futbolistas en ruedas de prensa y redes sociales. Es triste, manifestaban, que no estemos celebrando la victoria deportiva. Entiendo perfectamente el sentido de las palabras de éstos, pero discrepo de ellos y me atrevo a tomar prestado el título de esa columna de mi admirado Zubi para titular la que usted se encuentra leyendo, pero formulado en forma de pregunta: ¿para qué sirve el fútbol?

Me refiero, obviamente, más allá del estadio: ¿tiene alguna utilidad social? Esta última semana hemos atendido a un sinfín de tertulianos todoterreno (de esos que lo mismo te fríen un huevo que te solucionan el conflicto sudanés en seis frases) echar pestes contra el fútbol, ese invento del diablo que es origen de todos los males que asolan a la humanidad en estos tiempos. Venían cargados de razones y argumentos, pero olvidaban una cuestión tan crucial como evidente: Jennifer Hermoso es futbolista. Quiero decir, en la ecuación Rubiales-Hermoso, la segunda es quien representa al fútbol. Ella es la deportista, la persona que ha luchado en el verde durante cada segundo de su vida por llegar a ese lugar, el podio de campeona del mundo. El otro, el de la corbata y la asamblea aplaudidora, representa al poder y está ahí por su cargo, no por su mérito y esfuerzo.

Por supuesto que el mundo del fútbol está plagado de actitudes machistas y de abusos de poder, pero, ¿cuál no? Sin embargo, otras esferas no tienen la visibilidad de un balón. Actitudes parecidas a la de Rubiales se han dado y se dan en la cultura, en el mundo empresarial, en las instituciones científicas, pero con menor visibilidad. Lo único bueno de lo acontecido esta semana es que ha servido para denunciar no solo el abuso de poder patriarcal de Rubiales (yo voy más allá y creo que ni siquiera con consentimiento ese beso es procedente), sino todos los abusos machistas. Igualmente, la respuesta trasciende el escenario en el que se dio el hecho para llegar a todas partes. ¿Para qué sirve el fútbol? Para que un firme “¡Se acabó!” esté llegando a todos los rincones de nuestra sociedad. Qué mejor impacto que ese.