¿No lo puedes entender?

“Nunca lo podrás entender”. Mea culpa, yo también he utilizado sin pensar mucho esta frase pasivo agresiva, autoexcluyente, limitadora, como defensa frente a los rivales, contra enemigos poderosos. Orgulllo mal entendido ante los grandes, vana justificación de mi propia, íntima y muy tribal pasión por mi equipo. “Ya que no gano, al menos soy diferente”, decimos, y nos consolamos en una suerte de nacionalismo futbolístico atávico. No lo puedes entender. Pues vale. ¿No sería mejor que esto tan bonito que siento lo entendiese todo el mundo, aunque no lo comparta?

En las antípodas de mi microegoísmo, una de las cosas que llevo a gala en esta vida es que haya personas que se acuerden de mí por equipo interpuesto. Que escuchen el resultado del Espanyol y piensen en mí. Seguro que os pasa. Incluso con equipos opulentos y antipáticos, cuando median seres humanos que merecen la pena. Es una sensación muy gratificante, casi única, que nos deja el fútbol: recibir un mensaje de ánimo o una palmada en el hombro si perdemos, o una sonrisa y un emoticono feliz si ganamos. Y es recíproca, se acuerdan de ti, y tú te acuerdas de los amigos que quieres cuando juega su equipo. Te haces un poquito de ellos, porque los entiendes, porque algún día vas a estar en su lugar.

Llegan las últimas jornadas del año, el final de los campeonatos, la hora de saldar cuentas, y todos los equipos que celebran algo se parecen unos a otros como las familias felices en Anna Karenina. Los 25.000 del Hércules en el Rico Pérez, los miles de irreductibles del Depor tras cuatro años fuera del fútbol profesional en Coruña, el millón de athleticzales ante la gabarra en la Ría de Bilbao 40 años después. Ascensos deseadísimos, títulos históricos, ilusión recobrada. A día de hoy, que nunca diría Miguel Gutiérrez @LaLibreta, en los aledaños de los prolegómenos de un posible desastre deportivo de mi Espanyol, mantengo la ilusión de ganar a todos los rivales. En mis miserias mando yo, pero ojalá lo puedas entender. Es cuestión de compartir las alegrías y de no estar tan solo ante el fracaso.

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