Ni sobrenatural, ni afortunado
Todo indica que esta temporada el Real Madrid tiene su destino escrito en el cielo. Derrotó al Bayern con dos goles de última hora y se clasificó para la final de Londres. Suena tan sencillo que se han agotado las razones para pensar que se trata de algo sobrenatural, probablemente porque no lo es. El Madrid trabajó su victoria con el deseo y la tenacidad que le caracteriza, sobre todo en esta clase de partidos. Lo hace más que ningún otro equipo en el mundo y desde hace más tiempo que cualquiera. Se habla de mística, conviene hablar más de voluntad nuclear. El Madrid quiere ganar y no desfallece, ni cuando juega bien, como ocurrió contra el Bayern, ni cuando juega mal o el partido se tuerce.
Además de mística se habla de suerte, pero la fortuna nada tuvo que ver con la remontada. El gol del empate llegó por un grave error de Neuer, no por suerte. Los cambios de Tuchel favorecieron tanto al Madrid que en los graderíos daban ganas de aplaudirlos. El Bayern acabó el partido sin sus tres mejores futbolistas –Kane, Musiala y Sané–, nada menos que en el Bernabéu, en la semifinal de la Copa de Europa y con un gol de ventaja.
Cuando el central Kim Min Jae ingresó (minuto 76) por el veloz Leroy Sané se revivió al instante la película del partido en Múnich, donde la actuación del defensa surcoreano fue tan desdichada que marcará su carrera en el Bayern. Lejos de ganar seguridad en la línea defensiva, el Bayern añadió a un jugador inseguro, nervioso y bajo sospecha.
Un día antes, en el PSG-Borussia Dortmund, el equipo alemán se adelantó y apenas atravesó por problemas (cometió su primera falta en el minuto 42) hasta que su entrenador retiró a Adeyemi, un extremo joven y muy rápido, por Reus, veterano de 35 años que no está para grandes recorridos. El cambio de Jadon Sancho, el extremo derecho, por el central Sule tuvo consecuencias pésimas: el PSG barrió del mapa al Borussia. Le faltaron goles y le sobraron postes.
Harry Kane, que además de fenomenal goleador es capaz de armar grandes contragolpes por su precisión en el pase (maravilloso el que conectó con Davies en el gol del Bayern) abandonó el partido en el minuto 84, cuatro minutos antes del gol del empate, sustituido por Choupo-Moting (35 años, ningún gol en esta edición de la Liga de Campeones). Fue el cambio que todo el madridismo deseaba.
Salvo lesión esta clase de partidos conviene terminarlos con los mejores en el campo y, desde luego, sin errores catastróficos. En la enésima brillante intervención de Vinicius, se equivocó Neuer y dejó la pelota suelta en el área. Durante 88 minutos había recordado al porterazo que mereció ser designado MVP del Mundial 2014. Infranqueable durante todo el encuentro, se despistó en un momento trascendental.
La fortuna no presidió la remontada del Madrid. En cuanto a la dosis mística, no se sabe cuánta interioriza el Real Madrid y cuánta opera consciente o inconscientemente sobre sus rivales, especialmente en los momentos más críticos de la temporada. El Madrid hizo mucho para ganar el partido y el Bayern lo suficiente para perderlo.
Mereció la victoria el Madrid y nadie la mereció más que Vinicius, que salió del partido con medio Balón de Oro en la mano. Más que jugar bien, el equipo se entregó a las diabluras del delantero brasileño. Atormentó a Kimmich y De Ligt, perforó una y otra vez la defensa, ofreció un arsenal de habilidades y una velocidad supersónica. Repitió sin cesar sus explosivos esfuerzos. Bordó una actuación memorable, enmarcada por los goles de Joselu. Tres centrales en el Bayern y ninguno estaba donde debía.
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