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Pablo Blanco

Navas ha sido fe, constancia... y saber jugar muy bien

Jesús Navas ha tenido la mejor despedida posible en el mejor escenario que había. Las leyendas tienen que decir adiós en casa y así ha sido. Una alegría verle recibir el cariño de todo el mundo del fútbol pero también es una pena, porque el sevillismo se despide de un mito que a saber de qué hubiera sido capaz si no hubiera sido por esa maldita cadera. Ya lo demostró este verano, cuando calló a todo el mundo dándole la razón a Luis de la Fuente, secando a Mbappé cuando hubo que hacerlo y demostrando que su llamada por parte de la Selección no fue ningún tipo de frivolidad. Porque la carrera de Navas ha sido de fe, de constancia... y de saber jugar muy bien al fútbol.

El día después del futbolista que cuelga las botas es muy duro, porque se corta todo de raíz. No es un adiós progresivo, sino que de repente cambian todas las rutinas. Jesús tiene personalidad suficiente y un entorno que lo ha guiado durante toda su carrera y que no dejará de hacerlo ahora. Yo fui a Los Palacios a pedirle al presidente del equipo del pueblo permiso para llevar a probar al Sevilla a Wilfred, su portero, y acabé descubriendo a Jesús. Pero solo Dios podía saber todo lo que iba a conseguir ese muchacho canijo que no se arrugaba ante nadie. El nombre del estadio de la Ciudad Deportiva, el estadio de la cantera, está muy bien puesto. No podía llamarse de mejor forma.

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