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Nadal, entre el querer y el poder

Rafa Nadal no jugará en Australia. Después de prácticamente casi un año lesionado, la ilusión nos ha durado dos partidos en Brisbane. Esa es la mala noticia. La buena, que se trata de un microdesgarro muscular, pero no en la misma zona donde tuvo la lesión de psoas ilíaco y cadera, tranquiliza él. Tras tanto tiempo, y con un físico tan baqueteado, es normal que el cuerpo proteste. Que se produzcan desajustes. Entrenar nunca es lo mismo que jugar. La tensión de la competición lo magnifica todo. Pero también es cierto que Nadal tiene 37 años, que va a cumplir 22 como profesional en una carrera brutal y que de esos se ha pasado cinco años y dos meses en el dique seco, curando lesiones.

Desde sus inicios, siempre se ha debatido entre el querer y el poder. Su prodigiosa cabeza, su capacidad para aguantar el dolor y un ansia infinita por competir y no rendirse le han hecho ganar 22 Grand Slams. “Nadal está extendiendo cheques contra su cuerpo que no podrá pagar”, profetizaba Andre Agassi ya en sus inicios. Afortunadamente, los que aventuraron una carrera corta se equivocaron. ¿Pero puede Nadal seguir luchando eternamente contra su cuerpo? Evidentemente, no. La lógica de la edad va contra él. En la lucha entre la realidad y el deseo cada vez se impone más la crudeza de lo real. Esta temporada, que ojalá sea larga, promete ser un sinvivir para todos. Con la angustia de asistir cada día a un partido que puede ser el último. Esperemos que, al menos, sean muchos. Rafa lo merece. Lo quiere con todas sus fuerzas. Esperemos que también pueda.

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