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Qué cantidad de cosas han pasado en Mestalla. El Real Madrid es, en ocasiones, un equipo muy difícil de explicar y, en el partido jugado en Valencia, es una de ellas. Los de Ancelotti ofrecieron una imagen muy pobre en la primera parte, recordando a los primeros meses de competición, donde el escaso trabajo defensivo o sin balón acaba condicionando tu juego y el del oponente. Se dan demasiadas facilidades a los rivales, que acaban encontrando el gol y, claro, luego toca remar contracorriente.

La segunda parte fue otra. Más ritmo, más intención, más velocidad y agresividad. Solo con esto, al Madrid ya le da para ser superior a la mayoría de los equipos de La Liga. Se generó lo suficiente como para haber dado vuelta al marcador, fallando hasta un penalti, y cuando la cosa se puso tremendamente complicada tras la expulsión de Vinicius, el Madrid se lo creyó. Se lo creyó como tantas otras veces. Pero la heroica no es casual. Los goles llegan tras robos o errores forzados en el campo contrario por ir a la presión como hay que ir, así como el penalti que provocó Mbappe.

Sabiendo el daño que haces cuando eres eficaz en este aspecto del juego, no comprendo como tantas veces durante los partidos, muchos jugadores se desentienden de este trabajo que, por otra parte, y como he comentado anteriormente, otorga vidas extra a tus rivales. Sigo pensando que el éxito del Madrid en esta temporada pasa por hacer un buen trabajo sin balón. Ancelotti seguro que también lo piensa.

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