Mola la Copa
Aranda, ciudad feliz. Vuelvo a felicitar a la Federación Española por haber cambiado hace varios años el formato de la Copa del Rey, permitiendo que preciosas ciudades de nuestra querida España como es el caso de Aranda de Duero puedan disfrutar de una fiesta única con el privilegio de poder ver a todo un Real Madrid, con Ancelotti al frente. Los blancos ganaron ‘bajándose’ del autobús, porque el entusiasmo de las gradas del Montecillo (¡casi 10.000 aficionados cuando habitualmente acuden 800 a sus partidos de la Segunda Federación!) empujó a los blanquiazules, que vivieron una jornada única en la vida de los 33.000 ribereños. Ganó Goliat, pero se lo tuvo que currar y encima David tuvo el premio de encontrarse un gol en el descuento, que dibuja una derrota honrosa que puso broche a un Día de Reyes inmejorable. Arandinos, felicidades por vuestra hospitalidad y saber estar.
Brahim, Rey Mago. El malagueño se vistió de Melchor y en un minuto sacó toda su magia para acabar con la resistencia de una Arandina que en el primer tiempo se defendió con inteligencia y bravura. Brahim le sacó un penalti tonto a Zazu (lo era) y un minuto después metió un derechazo que dejó a Adri con el molde. 0-2 y a otra cosa. Por si les parecía poco, Brahim dio a Rodrygo la asistencia del 0-3. Este chico tiene un talento descomunal. Ya no es el suplentísimo del principio de la temporada. Madera de titular.
Los penaltis. Joselu acabó con la pequeña maldición de los penaltis de este curso tirando el suyo de lujo. Lo hizo a lo Cristiano, duro, raso y pegado al palo. Ancelotti medita darle la responsabilidad de tirarlos en primer lugar. Sería justo. Los tira muy bien y con eficacia.
El turco. El debut de Güler me llenó de esperanza. Una zurda delicatessen, un futbolista que será diferencial, un jugón en toda regla. En su debut de blanco y tras seis meses sin pisar el césped en un solo partido nos regaló una falta a la escuadra y un tirazo que salvó Adri. Buena tarjeta de presentación...
Casi 30 años de la manita. Cuando ustedes lean estas líneas ya habrá caducado el Día de Reyes y nos habremos adentrado en el 7 de enero. Una fecha muy especial en mi vida y en la de millones de madridistas. El 7 de enero de 1995, hace 29 años, se jugó en un Bernabéu abarrotado hasta las estrellas un Clásico que acabó con una manita tan maravillosa como relevante. El 5-0 al Dream Team de Cruyff, con Stoichkov expulsado por pisotear a Quique Sánchez Flores, Iván Zamorano en plan Cristiano con un hat-trick imperial a Busquets (padre), un gol de Luis Enrique besándose el escudo del Real Madrid (lo que es la vida) y uno más de Amavisca, un magnífico rockero cántabro, que selló una manita que cambió el curso de la Historia. Todavía me acuerdo del abrazo sentido que me dio mi difunto padre, harto de tanta propaganda exagerada del Dream Team, que ganó de ‘rebote’ tres de sus cuatro ligas seguidas: dos por los escandalosos arbitrajes de Tenerife (García de Loza, Puentes Leira y Gracia Redondo saben de lo que hablo) y uno por el penalti fallado de Djukic. Ese 5-0 valió por todo. Jamás lo olvidaremos.
A por la Supercopa. Una vez consumada la misión de meterse en octavos sin lesionados, el crucero de Ancelotti sigue firme su rumbo a por los cuatro títulos que hay en juego este curso. En Riad arranca la Supercopa con un derbi el miércoles ante su amigo el Cholo. Esto promete.
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