Modric, un espejo para los niños
El conejito Duracell de Modric sigue en plena forma. Y añadiendo páginas de grandeza, gloria y orgullo a su intachable hoja de servicios en ese Real Madrid en el que ya ingresó hace tiempo de pleno derecho en su cotizado Hall of Fame. Esta noche dará alcance en número de partidos de blanco a Pirri (mi primer ídolo de la infancia) y Míchel (mi ídolo de juventud junto a Butragueño). Si las lesiones le respetan, de aquí a julio puede superar a Camacho, Paco Gento y Fernando Hierro. Casi nada.
Muchos le ven jubilándose y diciendo adiós entre lágrimas este verano. No me incluyan entre ellos. El genio de Zadar se merece un año más en el club de su vida para poder llegar al Mundial de 2026 (se celebrará en Estados Unidos, México y Canadá) para consumar su last dance con Croacia. Me le imagino despidiéndose antes en un Bernabéu entregado a ese Lukita al que queremos como si fuese un hijo. Nos diría adiós con 40 años y treinta y muchos títulos. Quince temporadas jalonarían el compromiso, el talento y el privilegio de haber disfrutando durante tanto tiempo de un futbolista excepcional y una persona ejemplar. Si voy a una escuela y me preguntan los niños qué futbolista representa mejor los valores del Madrid les diría que entre Modric y Carvajal saldría el perfil ideal. Eterno Luka.
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