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Míchel se quita el estigma y Sampaoli se equivoca

La firma ilustre

Aunque acabó con tres goles cuando en realidad solo marcó uno por esos misterios insondables del fútbol, no se le puede poner ni un pero al triunfo del Girona en La Catedral. Lo cultivó en una primera parte entusiasta que profundizó en la idea estética y efectiva de Míchel, un entrenador al que como a todos le mueve ganar, pero que busca hacerlo de una manera muy concreta. La atractiva propuesta del Girona se establece en el dinamismo de su dibujo en ataque, la amplitud de su juego y las acciones de presión bien seleccionadas. Es un equipo de pujante talento creativo, intenso —aparece entre los cinco primeros de LaLiga que más kilómetros recorren— y con una voluntad ofensiva mayúscula. Por algo solo el Barcelona y el Real Madrid han hecho más goles que los 36 que luce el bloque rojiblanco. Con un fútbol asociativo muy limpio, registrado en el 83,8% de acierto en el pase, combina la pausa y el vértigo y es capaz de someter a cualquier rival. Arnau, Oriol Romeu, Aleix García (64 ocasiones creadas), Riquelme, Tsygankov o Taty Castellanos son algunos de los nombres propios del Girona, pero sin la batuta de Míchel parece claro que nada sería igual. El técnico ve la salvación cada día más cerca. Cuando la consiga, que lo hará, se quitará un peso de encima y una fama negativa e injusta que le podría pasar factura en su carrera. En sus anteriores experiencias en Primera con Rayo y Huesca fue destituido tras sendos ascensos. Pero esta temporada ha de acabar con su consagración final por los resultados y por cómo los alcanza.

En el debe de Sampaoli

Otro equipo mayúsculo es Osasuna, inmerso en su semana grande. Su conquista del Sánchez Pizjuán respondió a muchos factores; algunos por méritos propios, otros por errores del Sevilla. Se equivocó Sampaoli claramente en el planteamiento inicial de defensa de tres centrales y dos carrileros. Con esa estructura brindó a Osasuna la superioridad en el medio y le dejó siempre resquicios abiertos en los intervalos entre central y carrilero. Una y otra vez se metieron los rojillos por esa vía de entrada hacia Bono (14 entradas al área en el primer tiempo), con Kike Barja como hombre más peligroso al generar hasta seis oportunidades de gol. Lo único que le faltó a los de Arrasate fue la efectividad que sí tuvieron en el segundo acto, donde el Sevilla puso remedio a sus desajustes y se volcó hacia la portería de Aitor Fernández para regalar finalmente la victoria a un Osasuna que la mereció mucho antes.

El oficio

Reconocía Diego Martínez que este Espanyol se ha forjado en la adversidad tras derrotar al Mallorca. La revelación resulta indiscutible. Es más, seguramente le toque todavía hacer acto de contrición para no verse apurado más adelante. Aun así, la mejora es evidente. Las llegadas de Pacheco, Montes o Gragera dan un sentido proteccionista que el Espanyol no tenía. Y esa virtud alisa el camino a un equipo con calidad y potencial arriba que, además, muestra ardor guerrero en la recuperación. Los goles ante el Mallorca llegaron en dos robos en campo contrario —firmó 18 en total— al apretar arriba. Diego Martínez había estudiado que el Mallorca es el segundo equipo de LaLiga que más distancia por pase promedia, una elección que provoca que cualquier pérdida bermellona le pueda coger con el bloque fragmentado. Al entrenador perico le salió la jugada.