Opinión

Messi y su relación con el Barça

Su adiós no fue el soñado, pero tampoco lo hubiera sido si hubiese prosperado aquel triste episodio del burofax.

Fotografía de Lionel Messi en el interior del estadio Camp Nou.
@leomessi
Juan Jiménez
Redactor jefe de AS. Fue colaborador en AS (2000-04) y, después de pasar por Málaga Hoy, regresó como jefe de Sección en Málaga. Delegado de Andalucía entre 2009 y 2012, colaboró en la integración digital-papel de AS en Madrid. Cubre la información del Barça y la Selección de baloncesto. Tres Juegos Olímpicos. Colaborador de SER, Canal Sur y Gol.
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Regreso. La foto de Messi en la noche silenciosa del Camp Nou resultó todo un impacto. Una imagen muy potente, en soledad, que permitió viajar en el tiempo a la afición. El gol maradoniano contra el Getafe, el regate a Boateng, el póker al Arsenal, el repóker al Leverkusen, la remontada del Milan. O aquella foto guiando al pueblo el día del 6-1 contra el PSG. Una improvisación, aparecer de incógnito, sólo propia de un genio que, sin embargo, se agrió un poco con el post del día siguiente, en el que insistió en esa idea de que terminaron echándolo. Messi se resiste a salir de la pantalla del aislamiento a Laporta, a quien considera el responsable de sus lágrimas en 2021 antes de volar a París; y, dos años después, de no empujar para que regresase cuando Xavi y él llevaban meses hablando de su regreso.

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Contorsionismo. A Laporta le molestó el mensaje de Messi. Harto ya de poner azúcar, expresó frialdad y habló de una “relación correcta”, antes de recordar que no se arrepentía “de nada” de lo que hizo en 2021. Al día siguiente y con buena cintura, tal vez aconsejado por quienes veían que podía dañarle en la carrera electoral, volvió a poner sobre la mesa la idea de la estatua en el Spotify (ya la había insinuado en 2022), al estilo de las de Kubala y Cruyff, la Santísima Trinidad. Laporta no puede esconder su debilidad: “¿Quién es Dios, Messi o Cruyff?”, le preguntaron recientemente en un programa de televisión. “Johan”, contestó. Pero Messi le dio sus mejores años como presidente y él se lo devolvió con uno, o dos, disgustos. Puede que Messi lleve razón, pero tal vez sea el momento de que, en un gesto hacia los socios, aquellos que lo vieron y los críos que ya han escuchado de él, mire su relación con el Barça por encima de su trato con los presidentes. Claro que su adiós no fue el soñado. Pero tampoco lo hubiera sido si hubiera prosperado aquel triste episodio del burofax. Alargar su homenaje sólo puede difuminar la memoria.

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