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Messi y los Muchachos

Argentina llegó al Mundial después de una clasificación impecable que despertó todas las cábalas posibles que anunciaban un nuevo campeonato Mundial. Las comparaciones con el 86 estaban al orden del día, ya fuera a nivel colectivo o a nivel individual centrándose en que Leo Messi tenía que tomar el relevo de Maradona.

Y Messi no falló, al frente de los Muchachos, lo volvieron a hacer bajo la dirección de Scaloni, un técnico de poca trayectoria, pero que resultó el ideal para aunar las voluntades de un equipo que viajó a Qatar y se salió a la primera curva ante Arabia Saudí.

Todos los fantasmas regresaron y se recordaron los fracasos con el propio Maradona en el banquillo o con Bielsa o con el Coco Basile. Pero el grupo argentino se rehízo. Messi se erigió en el faro del equipo al lado de un portero, el Dibu Martínez, en estado de gracia (para lo bueno y para lo malo) y con unos actores secundarios que no tuvieron problema alguno en trabajar lo máximo para que el mejor jugador del mundo hiciera lo justo en los momentos clave, que desde la primera derrota fueron todo finales. Messi lideró a los Muchachos dentro y fuera del campo. En el campo siendo decisivo y fuera, con el mítico “andá pallá, bobo” que resumía el sentimiento de toda una afición que siempre creyó.

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