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Mejor mirar a otra parte

Un clásico del deporte español es el susto de sus dirigentes en la primera semana de los Juegos Olímpicos. La edición de París no va a ser diferente. Hasta el momento, España solo ha sumado una medalla, cifra esquelética que aguarda la evolución en los próximos días. En el mejor de los casos, la delegación española rondará las 22 medallas que se consiguieron hace 32 años en los Juegos de Barcelona, bisagra del deporte en un país que hasta entonces no conocía el oro olímpico en su versión de verano. En el peor de los escenarios, se regresará a la media de los últimos años: 15.

El desierto de los primeros días provoca la angustia de la corte de directivos, de federaciones y dirigentes políticos. Suelen trasladarse entre recintos con la esperanza de encontrar una satisfacción de oro, plata y bronce. “Fulanito va a disputar la semifinal en tal modalidad”, les avisan. Acuden como si les fuera la vida porque viven pendientes de un medallero que les evita o retrasa las satisfacciones. Resulta casi cómica esa ansiedad, traducida en decepciones y lamentos a la hora del recuento en el hotel de la delegación o en la Casa España. Es la hora de los cuartos puestos, de las ocasiones perdidas, del maldito resfriado, de la lesión inoportuna. Todo sirve para digerir las malas sensaciones.

Hasta ahora, el recorrido de España en París 2024 es muy similar al de los últimos siete Juegos (Atlanta, Sídney, Atenas, Pekín, Londres, Río de Janeiro y Tokio). Sin embargo, hay razones más que suficientes para medir la respuesta con países próximos, sobre todo los que pertenecen al lado europeo del arco mediterráneo, Italia y Francia, dos naciones que generalmente doblan o triplican las medallas de España. A la hora de escribir este comentario, Italia suma 11 medallas y Francia, 18. El caso francés es más que particular que nunca. Juegan en casa por vez primera desde 1924 y se nota. Se estima una cosecha cercana a 80 medallas.

No serán novedosos sus buenos resultados. Con las excepciones de rigor, los ciclos franceses e italianos en los Juegos Olímpicos son magníficos, dos potencias indiscutibles con una larga tradición y una profunda cultura deportiva. En el caso español se asiste a un caso curioso: si es por medallas, el país sufre un estancamiento o una regresión. Que mantenga su techo desde 1992 lo dice todo. No es cierto, en cambio, que nuestro deporte esté varado. El progreso es evidente en muchos capítulos. En un país que rechazaba la idea de la mujer en el deporte, las mujeres logran una media de medallas parecida o superior a la de los hombres. La cultura deportiva es mayor y más diversa. En algunos ámbitos, España es una referencia mundial del deporte.

¿En qué deportes ocurre esto? Casi siempre en los más profesionalizados. Tanto en la categoría masculina como en la femenina, fútbol, baloncesto, tenis, balonmano o golf han producido una cantidad ingente de éxitos en las competiciones más prestigiosas del calendario deportivo europeo y mundial. Lo mismo se puede decir en los deportes de motor, no incluidos por ahora en el programa olímpico. Nunca se sabe qué ocurrirá en el futuro. El breakdance es olímpico en París.

Todo indica que la base del éxito se encuentra en los clubes y estructuras profesionales, no en el taifas olímpico-federativo, ni en los dirigentes políticos, que ven con envidia a Italia y Francia, dos países que, por sorprendente que resulte, están a la par o por detrás de España en los deportes megaprofesionales.

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