Más difícil parecía el ascenso


La resaca de la mayor fiesta, esos ecos del ascenso que Paunovic ha intentado silenciar desde el primer día de campeonato, empieza a quedar cada vez más lejos. Y cuando la música baja, lo que se escuchan son las urgencias. Estar en Primera es un lujo, sí, pero para disfrutar del viaje hay que alimentarse de vez en cuando. Y el Oviedo solo lo ha hecho en el festín ante la Real. Tres puntos de quince: por ahí va lo de las urgencias. Tampoco el rival invita a pensar en una reacción inmediata. A Oviedo y Barcelona les separa un abismo, o mil millones de abismos, a ojos de Bordalás, y las consecuencias de 24 años en los que, mientras los culés adornaban su vitrina, los azules peleaban en el barro. Opciones azules, pocas; ganas de reivindicarse, todas.
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La solución pasa por Paunovic, que en situaciones extremas suele pensar en modo laboratorio. Si algo demostró el año pasado, cuando asumió el cargo a diez jornadas del final, es que domina a la perfección el manual de supervivencia. El año pasado la brújula le guio hasta al ascenso y ahora quiere encontrar el ramal hacia la salvación. El duelo ante el Madrid ya enseñó una pista, ay, ese balón al palo de Sibo en el 83’, y el plan pasa por reducir errores, mantener la concentración, morder a la primera y confiar en la pizarra de Pauno. ¿Imposible? Más lejos parecía la Primera aquel 26 de marzo en el que el serbio asumió el mando.
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