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Madridista el que no bote…

Cuando estaba finalizando la presentación en el Metropolitano de los cuatro fichajes del verano atlético a razón de 200 millones de euros (el ‘equipo del Pueblo’ tiene esas cosas…), los escasos 23.000 aficionados que acudieron al reclamo de las novedades se olvidaron de ellos y empezaron a cantar el habitual “¡Madridista el que no bote!”. Julián Álvarez (que se probó en su día en la cantera de Valdebebas) y Sorloth (que hace unos meses confesó que su equipo favorito fuera del Villarreal era el Real Madrid) se miraban con una sonrisa nerviosa como diciendo “¿Qué hacemos?”. Le Normand, también cariacontecido. Y Gallagher, con su español en fase embrionaria, no sabía de qué iba la vaina. Al final y para evitar que les acusaran de “vikingos”, los once fichajes (incluidas las siete novedades del equipo femenino) se pusieron a botar para satisfacer a esa hinchada incapaz de vivir un solo día si tener su mente diferida hacia todo lo que huela a blanco.

En realidad es un halago. En las presentaciones de Mbappé (75.000 aficionados abarrotaron el Bernabéu desafiando el calor tórrido de las 12 de la mañana en julio) y Endrick (el joven brasileño reunió a más del doble de hinchas que las cuatro novedades rojiblancas) sólo se disfrutó de su presencia y el madridismo se abrazó a ellos sin acordarse de nadie. Normal. Los ‘vikingos’, como nos apodan ellos, estamos orgullosos de nuestra Historia y de nuestra bendita realidad deportiva, económica e institucional. Un madridista tiene una rivalidad local y sana con los vecinos del Atleti, pero mientras que no ganen al menos una Champions no podremos sentarnos en la misma mesa para discutir cuestiones que ellos no pueden afrontar. 15-0 es un parcial demasiado alevoso como para darnos por ofendidos con un recordatorio que viene a privilegiar aún más a esa parte de la capital que apostó por el Bernabéu y por el equipo con el mejor palmarés de la historia del fútbol. Algunos amigos del Atleti me dicen para defenderse: “Claro, lo fácil es ser del Madrid porque siempre gana”. Les recuerdo que nosotros estuvimos 32 años sin ganar la Copa de Europa y seguíamos amando a nuestro Madrid como si fuese nuestra segunda familia. Pero desde el gol mágico de Mijatovic en Ámsterdam le cogimos gusto al juguete y ya acumulamos 15 tras ganar seis ‘Orejonas’ en la última década. No pediremos perdón por ser los mejores, los más ejemplares, los que tenemos mejor estadio y más seguidores en el planeta Tierra. Estar arriba y siempre en lo más alto conlleva una responsabilidad que asumimos con gusto y orgullo los aficionados de ese Real Madrid que siempre será objeto de envidias ilimitadas e inevitables. Luchar por alcanzar lo inalcanzable debe ser realmente duro de asumir…

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