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Este domingo me desperté a las cinco de la mañana para ver un amistoso entre Real Madrid y Barça en Las Vegas. Releo la frase y nada en ella tiene demasiado sentido, pero uno no atiende a razones cuando hace las cosas por amor. Encima lo hice sin ayuda del despertador, como cuando tienes un vuelo temprano y te despiertas varias veces antes de que suene la alarma por pura ansiedad. De todos modos, visto con perspectiva, tampoco diría que esto sea lo más absurdo que haya hecho en verano por mi madridismo. Tengo una camiseta de Essien por ahí, aseguré ante varios testigos que Altintop sería el fichaje revelación de la temporada, puse la mano en el fuego por la reinserción de Cassano de la mano de Capello y fui vestido con traje a la presentación de Kaká. Podríamos decir que me dejo llevar por la euforia con relativa facilidad. Y es que de eso van las pretemporadas. De sobrerreaccionar. De sacar conclusiones precipitadas. De tener opiniones muy fuertes sobre las nuevas camisetas. De juzgar un fichaje por los tres primeros toques que da. De volver a sentir el nervio de la competición.

A pesar de lo prematuro de un partido así, hubo tiempo para poder sacar algunas de esas primeras y exageradas conclusiones: que a Hazard, como a Godot, se le sigue esperando (y que sigue sin llegar). Que el Madrid sin Benzema es como un donut sin agujero: pierde su razón de ser, su sentido de propósito. Que un nueve como Lewandowski no puede llevar jamás el número 12 porque es algo que daña a la vista. Que Raphinha parece un clon de Di María. Que el Barça ve en Araújo un antídoto para Vinicius (promete ser un duelo intenso este en años venideros). Que la natación es el deporte más completo, el desayuno la comida más importante del día y Nacho siempre cumple. Que Courtois sigue impartiendo clases magistrales en modo ‘como decíamos ayer’. Que Ancelotti no tiene pensado mover a Alaba del puesto de central. Que Ceballos está para jugar algo más. Que Mariano cumple ya 29 años la semana que viene sin saber muy bien cómo ha pasado tan rápido todo ese tiempo y ahí sigue. Que Militao tiene en su rodilla derecha tatuado el famoso letrero de Welcome to Las Vegas, pero falló en el gol y acabó tocado; espero que no se pasara por la ruleta después. Que el Madrid no logró chutar entre los tres palos.

Tom Wolfe decía que Las Vegas es el único lugar del mundo cuyo skyline no lo forman ni edificios, ni árboles, sino carteles y rótulos. No hay que dejarse cegar por las luces de neón, pero tampoco obviar ciertas señales.