Los infelices veinte de una vieja señora
En los clubes grandes, un fracaso deportivo pasajero puede derivar en desastre estructural.


La Juventus fue el primer visitante que ganó un partido de Copa de Europa en el Bernabéu. Sucedió en febrero del 62, con un gol de Sívori, la estrella bianconera del momento, ante el Madrid de Di Stéfano, Puskas y Gento, que había vencido por el mismo resultado en Turín (0-1). Ello obligó a un desempate en el Parque de los Príncipes, favorable al Madrid (3-1). Estamos, pues, ante un clásico que se ha repetido ya 22 veces, dos de ellas en finales, ganadas ambas por los blancos, pero quizá nunca haya existido tanta distancia entre ambos clubes, porque la vieja dama del fútbol italiano vuelve a estar inmersa en una de sus tremendas crisis cíclicas.
En 2006 fue descendida a la Serie B y despojada de dos Scudetti por intentar sobornar a árbitros. Su director general, Luciano Moggi, acabó suspendido de por vida. El club se recuperó en la década de 2010, en la que conquistó nueve ligas y llegó a dos finales de Champions, pero ahora vive unos infelices veinte. No conquista el Scudetto desde 2020, no pasa de cuartos en la Champions desde 2017, cuando perdió aquella final de Cardiff con el Madrid, y hace dos años fue excluida de las competiciones europeas por incumplir el fair play financiero. Ahora la UEFA le ha abierto un nuevo expediente por irregularidades en sus cuentas.
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En los grandes, un fracaso deportivo pasajero puede derivar en desastre estructural. Faltan los resultados y aparece la metástasis: decisiones de mercado caras y equivocadas y derrumbe económico. Contra eso lucha aún el Barça y con eso debe convivir la Juve tras una espiral de fichajes locos: Cristiano, De Ligt, Vlahovic… Tampoco ganó con ellos, pero disparó la deuda hasta los mil millones. Mover el banquillo no fue solución. En 2020 despidió a Sarri, que le había hecho campeón. Sus cinco sucesores también pincharon. El último es Tudor, que también apunta al despido. Con todo, no es de fiar. Los equipos de sangre azul nunca acaban de irse.
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