Santiago Segurola

Los Dolphins en el Bernabéu y el Madrid extramuros

El equipo blanco no juega en el Santiago Bernabéu desde el 1 de noviembre. Allí se se sentía fuerte y protegido. No hay mejor refugio en el fútbol.

Xabi Alonso, contra el Girona.
JESUS ALVAREZ ORIHUELA
Santiago Segurola
Actualizado a

Un asunto ha pasado inadvertido en la secuencia de partidos que ha llevado al Real Madrid a su frágil situación actual. Se trata del factor Dolphins and Commanders, es decir, el partido de la NFL que se jugó en el Bernabéu el 16 de noviembre. Aunque se disputó durante el último parón de la Liga -la Selección española se jugaba su acceso directo al Mundial en sus enfrentamientos con Georgia y Turquía-, el efecto de aquel espectáculo ajeno al fútbol, jaleado con una considerable dosis de papanatismo, tuvo consecuencias directas sobre un calendario que ha enviado al Madrid a una larga temporada fuera de su estadio.

El Madrid no juega en el Bernabéu desde el 1 de noviembre. Derrotó al Valencia en plena tormenta del caso Vinicius. Lideraba el campeonato con cinco puntos de ventaja sobre el Barça, al que había derrotado por dos goles a uno en el partido de la rebelión pública del delantero brasileño. Los resultados del equipo en el Bernabéu habían sido impecables. Antes del parón, el Real Madrid había logrado en casa el pleno de victorias en la Liga -Osasuna, Mallorca, Espanyol, Villarreal, Barcelona y Valencia- y en la Copa de Europa contra el Olympique de Marsella y Juventus.

En su estadio, el Real Madrid se sentía fuerte y protegido. No hay mejor refugio en el fútbol que el Bernabéu. Jugó bien (Barça, Valencia y Villarreal), regular (Espanyol) y mal (Mallorca y Osasuna), pero el rendimiento general era satisfactorio. El equipo atravesaba por una sangría de bajas y estaba colocado donde su hinchada quiere: en cabeza de las competiciones.

Todo se estropeó por el caso Vinicius. Se excedió en una chifladura inaudita, la empeoró con un comunicado ridículo y quedó retratado en el penalti que lanzó contra el Valencia. No le tocaba tirarlo, pero le salió la vena chuleta y lo falló. No ayudó el silencio administrativo.

Después de aquel partido, comenzó el largo peregrinaje del Real Madrid por esos campos de Dios. Cinco partidos -tres de Liga y dos de Liga de Campeones- sin pisar el Bernabéu. ¿Balance? Empates con el Rayo, Elche y Girona. Derrota con el Liverpool. Victoria con mal sabor final contra el Olympiacos. Peor que los resultados, una sensación involutiva, exacerbada desde trincheras que disparan sin asomar la cabeza.

Se ha abierto la veda contra Xabi Alonso. Los jugadores se llevan lo suyo dependiendo del rango. A las estrellas -Bellingham, por ejemplo- se les concede el beneficio de la duda. Disponen del blindaje institucional que no tienen los más jóvenes o los menos famosos.

Todo esto ha ocurrido extramuros del Bernabéu, un periodo inédito en la reciente historia del Real Madrid. En lugar de lamerse sus heridas en casa, donde había ganado todo, se ha abocado a un calendario manoseado por intereses extradeportivos. El interés supremo radicaba en albergar en el Bernabéu un partido de la NFL en plena temporada futbolística, alterando el tranco natural del calendario. Dolphins y Commanders a Chamartín y el Real Madrid a Elche, porque en estos tiempos el calendario es de goma y se pueden jugar tres, cuatro partidos, los que hagan falta en nombre del comercio, fuera de casa, a costa de pagar un alto precio, en nombre de intereses superiores a las vicisitudes del equipo.

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