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Los 1,74 metros de Carvajal

Nadie sabe nada del Madrid. O quizá todo se sepa. La sensación general de que iba a acabar sometiendo al Dortmund cuando estaba siendo superado por su rival explica a un equipo que tiene detrás un mito indestructible. Todo pintó muy feo, con un planteamiento mejor de Terzic sobre el de Ancelotti, pero se sostuvo sobre el alambre y aguardó a su momento. Carvajal, con sus 1,74 metros, se subió al cielo y apagó el ruido. Después lo finiquitó Vinicius, el mejor de la final, el mejor del mundo.

La Decimoquinta fue un nuevo ejercicio de escapismo, fe y talento. Porque sin lo último, que a veces se olvida en el glosario de virtudes con las que se etiquetan al Madrid, nada sería posible. Le tocó verse en una situación delicada, aunque el resultado siempre le sonrió. La salida desde atrás del Dortmund, con Emre Çan junto a los centrales y Maatsen por dentro, destrozó la tímida presión en 1-4-4-2 de los de Ancelotti. Camavinga y Kroos saltaban a zona de nadie y las apariciones de Brandt por dentro lanzaban a Adeyemi y Sancho. Además, Rüdiger descuidó su espalda y por la derecha Ryerson entró como si nada sin que Bellingham y Vinicius corrigieran. Ese dominio del Dortmund también se trasladó cuando el Madrid asumía la iniciativa con el balón. El bloque medio de Terzic, muy agresivo en los reinicios, cerró los pasillos interiores y oscureció a Kroos con el trabajo de Sabitzer. Solo el Viniciussistema alargó al Madrid y puso en algún brete a la defensa de un Dortmund bien amueblada con Hummels a la cabeza.

El engorroso panorama se suavizó tras el descanso. Ancelotti ajustó atrás con 1-4-5-1 que limitó la presencia entre líneas de Brandt y terminó por controlar a Ryerson. En el otro perfil, Valverde compensó en todos los repliegues, selló los espacios y estrechó las distancias. Fue un partido de nota del uruguayo, que nunca recibe grandes titulares, pero que resulta absolutamente trascendental en el equilibrio del Madrid. Asimismo, Ancelotti abrió en ataque a Vinicius y Rodrygo al ver que por dentro no había camino posible al gol. El italiano acertó, tarde, pero al menos lo hizo. Y Kroos, en su última cátedra, repartió juego. Desde estas premisas, el Madrid se desperezó con un Vinicius imparable y con Carvajal como emblema de una historia de leyenda. Olió la sangre y se fue a por un Dortmund que al primer tumbo cayó sin remisión. Es la diferencia entre unos y otros. El Madrid es infalible, un depredador. Es el Madrid, otra vez campeón de Europa.

Un pequeño gigante

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Símbolo de su poder competitivo, Carvajal se agrandó en el salto del gol, además de disfrutar de un generoso marcaje casi por inexistente de Maatsen. Füllkrug no pudo arreglar el desaguisado.

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