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Lewandowski y el quite del perdón

Si hay alguien que merece un trofeo taurino en LaLiga es Gavi. Ayer le cosieron la oreja con una grapadora de apilar apuntes en un plano televisivo que merecía los dos rombos. Segundos después reingresaba al coso de El Sadar a arrimarse en cada acción a su enemigo, como si le hubiesen colocado un par de banderillas de castigo. Dicen que tiene 19 años pero ya es un veterano de todas las plazas, de todos los alberos, y el de Pamplona es especialmente exigente. Miuras y Victorinos nobles pero de pitones afilados, como los de Chimy Ávila, que buscó y encontró la femoral de Ter Stegen.

Y entonces, en el peor momento de la tarde para el Barça, apareció Lewansdowski para hacer el quite del perdón. Expulsado el año pasado en Pamplona y aún recientes sus declaraciones sobre el arbitraje español, el polaco se reivindicó cuando más dudas estaba levantando desde su llegada a España. Generó él solito un penalti envolviéndose en el capote como con una chicuelina ceñida, provocó la devolución a chiqueros de un rival (con pañuelo rojo en vez de verde), y para acabar la faena sentenció por bajo, como con un trincherazo. Eso sí, si el Barça abrió finalmente la puerta grande de la plaza de Pamplona fue en gran medida gracias a la labor silenciosa del director de lidia, un holandés de toreo lento y elegante llamado Frankie de Jong.