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Las ventanas rotas de Vinicius

El Comité Técnico de Árbitros (CTA) ha corrido a corregir al Real Madrid ante su ataque a Martínez Munuera, en el que le acusa de omitir a sabiendas en el acta los insultos recibidos por Vinicius en Pamplona, en concreto cánticos multitudinarios de “Vinicius, muérete”. Dice el Comité que no se aprecia en los audios del duelo petición alguna por parte de los blancos de que lo refleje en el acta, al mismo tiempo que descarga esa responsabilidad en el Oficial Informador del partido, que sí tomó nota de las agresiones verbales. Y oficiosamente, desliza el CTA que si los cánticos llegan a ser de contenido racista, xenófobo u homófobo, sí habría tomado nota de los mismos, pues aquello implicaría parar el partido para proceder según el protocolo. Ahí me quiero detener.

No discuto que la forma de actuar hoy sea así, tampoco si la queja del Real Madrid tiene base o si el comunicado blanco es sólo otro vídeo de RMTV en formato escrito, sin visos de prosperar. Sí es debatible si el protocolo debería ser ese, si tiene sentido que buena parte de un estadio pidiendo la muerte de un jugador del rival no sea razón suficiente para detener un partido. En la lucha contra el racismo en el fútbol, que merece toda la atención a la vista del rebrote de estas situaciones en los últimos años, da la sensación de que el insulto sin tinte identitario de toda la vida tiene un pase, como si fuese una chiquillada sin mayor maldad. Como si no fuese otra rama del mismo árbol, otra escaramuza de la misma batalla. En criminología, se conoce esto como la teoría de las ventanas rotas.

Rudolph Giuliani es hoy más conocido por defender lo indefendible en nombre de Donald Trump como su abogado tras las elecciones de Estados Unidos en 2020 mientras la caían del calor chorretones de tinte de pelo por los costados de la cabeza. Pero guardan gran recuerdo de él los habitantes de Nueva York, ciudad de la que fue alcalde entre 1994 y 2001 y a la que le dio un vuelco en términos de seguridad tirando de la teoría de las ventanas rotas, que dice que son los delitos menores los que crean un ambiente propicio para los mayores y que atacando las pequeñas faltas, se genera un ambiente de orden que, a su vez, reduce los grandes problemas de seguridad.

Aplicando esta teoría, Giuliani hizo que Times Square pasase de peligroso enclave con especial presencia de trabajadoras sexuales y de los hombres que las forzaban a ello (para los curiosos, ver ‘The Deuce’, de David Simon, creador de ‘The Wire’) a epicentro del turismo en la Gran Manzana, y desde ahí convirtió Nueva York en una de las ciudades más seguras de Estados Unidos. No hay duda, yo tampoco la tengo, de que llamar “mono” o “negro de m...” a Vinicius es más grave que tacharle de “tonto”, ni de que merece más reprimenda. Pero igual es hora de empezar a reconducir al personal, de defender de verdad y no con la boca chica que pagar una entrada no da derecho a escupir las barbaridades que uno no se permite en su día a día. Si no se paraliza un partido cuando a Vinicius le cantan a coro que se muera no es por falta de gravedad, sino por falta de interés, por ese afán de transmitir esa imagen mitológica de una Liga en la que no hay insultos, pancartas, espontáneos ni palcos.

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