Las dos velas
Le preguntan a Ancelotti de manera machacona, porque a veces nos creemos que el tipo es una mezcla entre ChatGPT y horóscopo, con respuestas para todo, mientras interpretamos sus levantamientos de cejas como si fueran posos de té, por las dos velas que arden ahora mismo en su plantilla: Modric y Arda Güler. La primera, la vela croata, lleva tiempo alumbrando y acompañando, sin fallar nunca. Esplendorosa luz en las noches más oscuras. Perfumando y bañando de claridad todas las estancias de esa catedral que es el Real Madrid. Disimulando, a veces, otros olores más agrios a golpe de exterior. No sabemos cuánto tiempo durará, pero Ancelotti se acerca con sus cerillas y cuidadosamente va dosificando su lumbre. Pensando, tal vez, en ese poema de Edna St. Vincent: “Mi vela arde por los dos extremos, no durará toda la noche, pero produce una luz extraordinaria”.
La otra vela, la vela turca, esa que viene con aires exóticos, que huele a regateo de bazar y a dulce baklava, también la va dosificando, por motivos distintos, con mucha delicadeza. Siempre que se enciende una vela nueva, dicen, hay que dejar un ratito corto su llama encendida, no más de una hora, y luego se apaga y se deja enfriando la cera. Esto es importante porque de lo contrario se podrían formar cráteres alrededor de la mecha y que estos no se cerraran del todo nunca. Esto es lo que sucede con algunos jugadores jóvenes: se les utiliza por su frescura de piernas e ideas cuando no están formados del todo y luego esas carencias se empiezan a manifestar una vez la novedad ha perdido su efervescencia.
Ayer una vela salió por la otra en Vallecas en un partido de pocas luces. Gestionar la papeleta no está siendo fácil para Ancelotti. Modric quiere jugar más porque, en fin, por algo es Modric. Y toda Turquía y todo el madridismo, que no se caracterizan tampoco por su mesura y paciencia, quieren ver al chico prodigio tras seis meses de espera. Esta semana a Luis Enrique le preguntaban por la suplencia de Mbappé, que más que una vela es un buen cirio, y dijo: “es muy sencillo y muy complicado a la vez”. Y le entendí perfectamente.