Laporta y las herencias
Nadie piensa (salvo el propio Laporta, supongo) que la directiva actual lo esté haciendo todo bien, ni con la pulcritud deseable.

Es historia bien conocida que la primera decisión tomada por Sandro Rosell y su directiva, allá por el año 2010, fue la reformulación de las cuentas presentadas por Joan Laporta y la junta saliente. Con aquellos números renovados, la herencia del anterior mandato se resumía en unas pérdidas que rondaban los 50 millones de euros y con esos mimbres, posteriormente corregidos por la justicia, se votó en asamblea a favor de interponer una demanda de responsabilidad contra Laporta y su gente.
Es curioso cómo se entienden las herencias en un club como el Barça. La que se encontró Rosell, más allá de interpretaciones contables, incluía una plantilla de valor incalculable (Messi, Xavi, Iniesta, Puyol, Piqué, Víctor Valdés, Dani Alves, Sergio Busquets...) a las órdenes del mejor entrenador del mundo, Pep Guardiola: un disparate, vaya. Cundió, sin embargo, la sensación de que Atila acababa de pasar por el Camp Nou y allí que se fueron a los tribunales Rosell, Bartomeu, Freixa y compañía, en nombre del Barça, claro, a convencer al juez de que Laporta les había legado un club con agujeros hasta en los calcetines.
Comprender los mecanismos que provocaron aquel ejercicio de ceguera social generalizada debería ayudarnos a entender algunos de los episodios que se están produciendo ahora mismo, en tiempo real. Nadie piensa (salvo el propio Laporta, supongo) que la directiva actual lo esté haciendo todo bien, ni con la pulcritud deseable, pero ya se intuye desde cocina ese aroma al mismo caldo que en 2010 consiguió convertirlo, prácticamente, en un proscrito. Con una diferencia abismal pues ahora, por las razones que sean, la herencia recibida ya no parece importar a casi nadie.
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Si nada se tuerce en exceso, se irá Laporta algún día, cuando los socios así lo decidan, con un campo nuevo entregado (el recibido se caía a pedazos) y una plantilla que es la envidia de medio mundo, a coste asumible y revalorizándose con cada día que pasa: como para no apuntarse a heredar, aunque las crónicas diarias nos hablen de un club que se parece a Saigón después de la guerra.
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