Pasaba por aquí

Lamine Yamal, nuevo rey de la Gran Vía

No crean que es agradable, para un culé, enfrentarse a la sonrisa de Bellingham...

Here’s what we know about Lamine Yamal’s latest injury
Albert Gea
Rafa Cabeleira
Actualizado a

No creo que vivir en el centro de Madrid sea una cuestión de la que presumir, pero tampoco se debe ocultar. No es como ponerle la zancadilla a un niño mientras peloteas con él en el parque. O negarle el asiento a una ancianita en el metro, ya no digo meterle codos al entrar en el vagón. Yo vivo en el centro de Madrid, tan en el centro que al salir de casa me encuentro, cada mañana, con los enormes escaparates de la tienda oficial de Adidas en Gran Vía. Y no crean que es agradable, para un culé, enfrentarse a la sonrisa de Bellingham con el estómago vacío. O a la modelo de turno luciendo pómulos prominentes con la camiseta del máximo rival ceñida al esqueleto. Se puede convivir con esto, tampoco conviene exagerar las rivalidades, pero un servidor sale a la calle mucho más animado desde que la cara de Lamine Yamal parece haberse apropiado de lo que, hasta hace pocas semanas, era todo madridismo.

Son pequeñas conquistas que no sirven de nada, pero reconfortan. La sensación es similar a sentarse en una terraza, cualquier mañana de otoño, pedir un vermut y sentir como los rayos del sol te van calentando la cara. La vida se sostiene sobre pequeñas conquistas que no siempre tienen que ir acompañadas de una gran épica. Y con la irrupción estelar de Lamine ocurre que, más allá de las victorias deportivas, se puede disfrutar hasta de los laureles mundanos. Ver a tantos niños con su camiseta, también en el corazón de Madrid, te alegra la tarde sin necesidad de que el talento de Rocafonda se ventile a tres rivales con una finta. Y no solo los niños: incluso bajo la sotana de algún cura veterano, de esos que peinan canas y llevan las gafas apoyadas en la punta de la nariz, he creído intuir su camiseta con el número 10 del Barça.

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