La Vuelta más triste

Una Vuelta que tenía que haber sido para recordar, se convirtió en una Vuelta para olvidar. Con el final más triste. La edición de 2025 pasará a la historia como la Vuelta de las protestas contra el equipo Israel por el genocidio de Gaza. Y como la carrera que nunca acabó. Se veía venir. Los activistas ya habían obligado a anular dos finales de etapa, en Bilbao y en Galicia, y a recortar la contrarreloj de Valladolid. La bola fue creciendo hasta parar definitivamente la competición en Madrid. Ni siquiera se celebró la ceremonia del podio. Jonas Vingegaard se queda así sin su foto de campeón.

Nadie desde dentro de la carrera ha cuestionado nunca la licitud de las movilizaciones, sensibles con una matanza atroz en Palestina, pero el objetivo estaba mal dirigido, porque ASO nada podía hacer para expulsar al Israel, al que tenía la obligación oficial de aceptar, y menos por parar los despiadados ataques a La Franja. Sólo la UCI podía haber sacado al equipo hebreo, pero las Federaciones Internacionales Deportivas, y no solo la de ciclismo, siguen mirando para otro lado con hipocresía. Todo lo contrario de lo que hicieron con Rusia.

La bandera palestina será la imagen que defina esta Vuelta a España 2025, cuando tenía que haber sido una edición festiva por el 90 aniversario, rematada con el triunfo de un gran campeón, Vingegaard, que superó a un equipazo como el UAE Team, liderado por João Almeida, y a una enfermedad que le debilitó durante parte del recorrido. Desde el prisma exclusivo de la competición, la meta sí se ha cumplido, porque el maillot rojo no se decidió hasta la penúltima etapa en la Bola del Mundo. Hay quien critica que el recorte de la crono perjudicó a Almeida, que el resultado deportivo está adulterado, pero Vingegaard podría decir lo mismo de la etapa de Bilbao, en la que iba fugado. La Vuelta ha sido igual para todos. Igual de bonita, en lo deportivo, e igual de triste, muy triste, en lo social.

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