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La verdad de los helados

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En los carteles de helados está la verdad de la vida. También la del fútbol. Y es que el mercado de fichajes es, en realidad, un gigantesco cartel de helados. Parecidas categorías, idénticas promesas.

Por un lado tenemos los polos de limón, que siempre cumplen. Son esos fichajes que dan un resultado inmediato para la modesta inversión realizada. Jugadores honestos, sin afán de protagonismo, sin pedir un número especial. Nunca van de lo que no son y el aficionado sabe qué esperar de ellos. Son ese placer sencillo y barato, como diría el periodista Íñigo Domínguez, último romántico del polo de limón.

Luego están los helados con marketing. Eres pequeño e influenciable y un día por televisión te ofrecen un helado de Alf, Pokemon o Frozen, dependiendo un poco de tu época. Corres ilusionado al quiosco a por uno y, tras desenfundar su envoltorio, te encuentras con una criatura deforme cuyo parecido con lo que te habían vendido es por lo menos cuestionable. Eso no se olvida. Un Alf amorfo te deja trauma. Y eso que una parte íntima de ti sabía que aquello podía ocurrir, pero las ilusiones te pudieron. Aquí podríamos meter a todos esos fiascos de los que nos enamoramos por un vídeo de highlights. Años después, todavía te acuerdas de ellos.

Pasamos ya a helados más sofisticados. Como los cornetto. Helados para gente que ya sabe lo que quiere en la vida. Helados que siempre tienen un final feliz, que transmiten fiabilidad. Son los fichajes que te transportan a otros veranos, a otra época. Encajan en cualquier contexto. Son incuestionables. El cornetto puede poner de acuerdo a un padre y a un hijo, como haría un Kroos o un Alaba.

Un poco más arriba están los Magnum, que solo los puedes comprar activando ciertas palancas. Pero son un valor seguro. Un Magnum blanco no te va a fallar nunca. Como Lewandowski. A lo mejor es un poco caro, a lo mejor antes era algo más grande. Pero es un Magnum blanco. No se puede dudar a estas alturas de la vida de un Magnum blanco. Ni de Lewandowski. Hasta sus nombres imponen respeto.

El Madrid, por su parte, ha apostado últimamente por los jugadores-calippo, como Vinicius, Camavinga o Rodrygo: refrescantes, jóvenes, con un toque tropical, alegres y que funcionan cuando el calor más aprieta.

No es fácil acertar con el helado adecuado. Solo hay que ver la cara de concentración de un niño ante el cartel, midiendo sus aspiraciones y comprobando una y otra vez las monedas en su mano. Pero sigue siendo lo mejor del verano.