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La Undécima de Jordan

Me recuerda a la 14.- La fortuna de ser hincha del Real Madrid es asumir que lo irracional forma parte de lo cotidiano. Las palabras “gloria” o “leyenda” se asocian a su escudo. Y está prohibido que ningún fiel a la causa blanca conjugue el verbo “rendirse”. Este club lleva grabado a fuego su destino en la carroza de la Copa de Europa, que se engalana cada año en todas sus modalidades. Lo hizo el año pasado el equipo de fútbol con una 14 tan memorable que hasta el AS hizo un libro de 120 páginas en su honor para inmortalizarla, y lo ha hecho hoy el equipo de baloncesto levantando una Undécima con muchas similitudes con aquella 14. Desde la bronca con el Partizán, que sellaba un 0-2 letal con la vista puesta en el infierno de Belgrado, este equipo plagado de leones y tigres de Bengala ha ido construyendo una Euroliga forjada a fuego con una lección tras otra de compromiso, calidad, talento, madurez y grandeza. No olviden que estos jabatos ganaron dos partidos seguidos en Belgrado ante 20.000 serbios musculados que imponían desde la grada con sus camisetas negras ceñidas y sus gargantas rugientes. Y no olvido la noche de magia en el WiZink junto a mi hijo Marcos, que se quedó afónico celebrando esa remontada histórica levantando los 18 puntos abajo para desesperación de un mago como es Zeljko Obradovic. Y en Kaunas de nuevo nuestros ‘abuelos’ al frente (Llull, el Chacho, Rudy y Causeur), con el ‘Rey de las Alturas’ dominando los cielos de Kaunas (Edy Tavares) y nuestros balcánicos de lujo en la puntilla de los griegos (‘Súper Mario’ Hezonja y Musa). Un Real Madrid coral matrimoniado con el más difícil todavía.

Oh, capitán, mi capitán.- Cuando restaban 12 segundos y con la posesión a favor, todos nos preguntábamos qué haría Chus Mateo para buscar la canasta de la Undécima con 77-78. Más de 8.000 griegos bufando en las gradas del Zalgirio Arena para intimidar al valiente que quisiera jugársela. No podía ser otro. El Gran Capitán: don Sergio Llull. El genio menorquín, que no había anotado en la final, se reservó la canasta de la eternidad gracias a su entereza, su aplomo, su muñeca de oro y sus h... Los tiene muy gordos. Si llega a fallar sabe que le habrían matado las críticas y habrían pedido su jubilación anticipada. Pero Sergio es así. Sabe en cada momento lo que necesita el equipo. Y en ese instante donde las muñecas se encogen y el aro se convierte en una cabeza de alfiler, aparece él para decir “aquí estoy yo”. Su suspensión a cinco metros del aro del Olympiacos me recuerda a la canasta mítica de Michael Jordan en el sexto anillo de la NBA conquistado con los Bulls de Chicago en la final ante Utah Jazz. Un tipo de canasta solo a la altura de los elegidos. Sergio lo es. Y Jordan también. Y ambos han dado lustre al mismo dorsal: el 23.

Como en 1995.- Tuve la suerte de estar en Zaragoza disfrutando en 1995 de la Euroliga conquistada también ante Olympiacos. Aquella fue la Octava, tras 15 años de espera (desde Berlín 1980, ante el Maccabi). En la capital del Ebro, el MVP fue Arvydas Sabonis. Lituano, de Kaunas. La ciudad que ha acogido la Undécima y ha entronizado a otro gigante de 2,20 metros. Tavares es ahora el pívot más determinante del planeta. Y es fiel a su máxima, escrita en su portugués de su amado Cabo Verde: ‘Tem Fe’.

Los carrozas.- Hay que rendir tributo, homenaje y garantizar la continuidad de los veteranos de este equipo. Rudy Fernández (38 años), Chacho Rodríguez (cumplirá 37 en junio), Causeur (35) y Llull (35) han vuelto a demostrar que el DNI no es un yogur con fecha de caducidad innegociable. El gran Olympiacos de Vezenkov, Canaan y Sloukas tuvo que doblar el lomo y asumir su derrota más dura ante estos abuelos que son un ejemplo para los jóvenes. Leen los partidos como nadie, nunca se arrugan ante las canastas decisivas y siguen siendo determinantes. Hezonja y Musa, dos diamantes y dos fichajazos, son los primeros que lo dicen. Mejor crecer junto a estas leyendas. Y ojo que hay relevo. Por la mañana ganaron la Euroliga los Juniors del Madrid. Y Ndiaye ya es una bendita realidad. Y felicidades a Chus Mateo. El alumno sabía cómo reconducir la nave para un final feliz: ¡La Undécima!