La ‘trampa’ del cupo
El ‘formado’ no equivale a español ni a seleccionable y los extranjeros se han disparado.

Cuando hoy leemos que el jugador español se ha vuelto minoría en el baloncesto español, muchos lo presentan como un fenómeno inevitable causado por la globalización, el mercado o el auge de la huida hacia la NCAA, por ejemplo. Pueden ser motivos atendibles, pero considero importante reseñar otra causa decisiva: el origen del cambio de cupos, un episodio que viví de cerca en la FEB.
El baloncesto español encontró un consenso necesario con los cupos de jugadores seleccionables que reservaban unas plazas en las plantillas de los equipos para aquellos jugadores elegibles con nuestras selecciones nacionales. Existía un auténtico pacto de caballeros desde la convicción de que el jugador español joven debía tener un espacio de entrada en la élite. Esa medida fue decisiva para que una generación extraordinaria como la de los Juniors de Oro pudiera competir, crecer y demostrar su calidad a nivel mundial.
El giro llega cuando en enero de 2011, la Comisión Europea activa un procedimiento de infracción contra el Reino de España y cuestiona los cupos vinculados a nacionalidad por su impacto en la libre circulación de trabajadores. Esa carta de emplazamiento fue el punto de inflexión. El consenso que había tolerado esa protección al jugador nacional saltó por los aires con este expediente. Tocaba buscar modelos que fueran jurídicamente sostenibles sin exponer al Estado al riesgo de una sanción.
La salida jurídicamente viable por la que se optó para poder archivar ese expediente fue la que ya había recorrido el fútbol europeo y que era tolerada por Bruselas: sustituir las plazas reservadas a seleccionables en las plantillas de los equipos por plazas de jugadores formados en las canteras de los clubes españoles (homegrown player). Una medida que no se basaba en el pasaporte, defendible por proporcionalidad y más compatible con el enfoque comunitario sobre desarrollo formativo.
Catorce años después, el balance es incómodo. El efecto deportivo del cupo se ha diluido. El formado no equivale a español ni a seleccionable. Y los datos de internacionalización se han disparado desde aquel punto de partida de la 2011–12 hasta rozar el 75% de extranjeros en la ACB actual.
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Por eso, quizá la pregunta hoy no sea si aquella solución fue correcta; lo fue para cerrar un expediente. La cuestión es si ahora sigue siendo proporcional a los objetivos deportivos del baloncesto español. En una era global sin margen para discriminar por nacionalidad, toca repensar entre todos los agentes del baloncesto español aquellos ajustes compatibles con el derecho comunitario y, a la vez, eficaces para recuperar terreno, no en el papel del cupo, sino en el minuto, el rol y la trayectoria del jugador español.
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