La tragedia que impacta a un vestuario

Tragedia. “No es fácil entrar en un vestuario cada día con un muerto dentro”. Recordé anoche esa frase, así de cruda, que me hizo un miembro de la plantilla del Sevilla para explicarme, años después, el impacto que había generado el fallecimiento de Antonio Puerta en el verano de 2007; y las consecuencias que tuvo en la temporada para aquel equipo que venía de ganar dos UEFAS, una Supercopa de Europa y una Copa del Rey, que había peleado la Liga hasta el final a Barça y Madrid; y que en aquel curso quedó quinto con una plantilla de impresión, pero en estado zombi después de la tragedia. El Barça vivió la peor noche de fútbol posible. Se puede perder un partido, pero no a personas. La muerte del doctor Carles Miñarro es un golpe durísimo para su familia, pero también para la de su día a día en el trabajo. “Siento que hay un ambiente muy especial en este vestuario”, había dicho Hansi Flick en la previa del partido contra Osasuna. Quienes están dentro, pero también los que han ido saliendo estos años, que tendrían más fácil poner peros, hablan y no paran de la atmósfera que se ha generado esta temporada en la plantilla del Barça. La honestidad de su entrenador, el liderazgo de Raphinha, y la comunión de veteranos y jóvenes. La gente se dice las cosas a la cara.

Superación. Lo de anoche deja un nudo en el estómago. La imagen del Lluís Companys, vacío, oscurso y brumoso después de un día gris en Barcelona, con el aviso en los videomarcadores de la suspensión del partido, quedará para siempre. A los jugadores se les vio salir afectadísimos del vestuario. Uno de los que más, Gavi. Su vídeo al lado de Carlos Miñarro durante el partido contra el Alavés, después de golpearse cabeza con cabeza con Conechny, se reviralizó tristemente. Miñarro cumplió escrupulosamente con el protocolo y, después de preguntarle a Gavi qué día era y a qué hora se jugaba el partido, le dijo: “Te tienes que ir”. Flick, que estaba al lado, le dio su sitio: “Tú decides”. Y Gavi se fue. El Barça se acostumbró a duros golpes hace años. El anuncio de cáncer de Eric Abidal, el fallecimiento de Tito Vilanova. Impactos que remueven todo por dentro. Carles Miñarro no era ningún mediático. Pero ya se sabe que, de puertas adentro en un vestuario, vale lo mismo el futbolista que el utillero, porque cada uno tiene su sitio y su taquilla. Si Flick sentía “algo especial” este viernes en su vestuario, ahora le tocan deberes extra. Levantarlo de un golpe así no va a resultar sencillo. El fútbol, como la vida, no está preparado para ciertas cosas. Descanse en paz, Carles Miñarro.

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