Opinión

La Selección, la Real y un sueño perdido

Una de las peculiaridades de la actual Selección es la distribución de los jugadores que la integran. Al contrario que en ciclos precedentes...

Merino y Le Normand, dos ex de la Real Sociedad.
JOSE JORDAN
Santiago Segurola
Actualizado a

Una de las peculiaridades de la actual Selección es la distribución de los jugadores que la integran. Al contrario que en ciclos precedentes, España ganó la Eurocopa con una altísima representación de futbolistas ajenos a las disciplinas del Barça y Real Madrid. Nada que ver, por ejemplo, con la edición 2010, el equipo campeón del mundo, que en la final alineó a seis jugadores del Barça y tres del Real Madrid.

La Real Sociedad es, probablemente, el club que mejor representa el éxito de un modelo eficaz de formación y contratación y, en buena medida, el más dañado por su función proveedora. Entre los titulares del equipo que se enfrentó el sábado a Georgia figuraban Oyarzabal, capitán de la Selección, Zubimendi, traspasado este verano al Arsenal, Merino, también perteneciente al Arsenal después de sus brillantes temporadas con los txuri-urdin, y Le Normand, forjado en la cantera donostiarra y ahora en el Atlético de Madrid.

Todos ellos han coincidido durante años en la Real Sociedad, una época brillante, sin duda. Buen fútbol, excelentes resultados, presencia constante en las competiciones europeas y fuente de jugadores importantes para la Selección. Por enésima vez, contra Georgia demostraron su enorme importancia. Son imprescindibles, y con toda la razón del mundo, para Luis de la Fuente.

La Real Sociedad es la antítesis de lo que significa el proyecto de la Superliga, concebido para propulsar exponencialmente el poder que ya tienen los grandes clubes de las principales áreas metropolitanas europeas: Londres, Madrid, París, Barcelona y su perímetro, la conexión Milán-Turín y el nudo Liverpool-Mánchester. La idea original, impulsada por Florentino Pérez y firmada por 12 clubes, seis de ellos ingleses, pretendía un diseño a la americana, forjada a través de un campeonato cerrado, sin ascensos ni descensos. Llevaría a las ligas nacionales al más crudo de los inviernos, caracterizados por el desplome de los ingresos, los televisivos en especial, y la consideración del 95% de los clubes como arruinados suministradores de mano de obra para los jerarcas de la Superliga.

Más o menos atenuado, es el modelo imperante en el fútbol actual, aunque para equipos como la Real Sociedad, Athletic, Villarreal, Betis, Atalanta, Bodo Glimt o los legendarios Ajax, Celtic y Rangers, penalizados por la pequeñez de su mercado televisivo, todavía encuentran resquicios que les permiten disputar y disfrutar de las mejores competiciones europeas, pagando un altísimo precio si el éxito les acompaña.

Con toda seguridad, habrá aficionados de la Real Sociedad que soñarán con el equipo que pudo ser y ya no lo es, a la espera del renacimiento que sin duda se producirá. Es un club que sabe hacer bien las cosas, pero eso no impide pensar en la nostalgia y el punto de desánimo que significa soñar en un equipo con Oyarzabal, Zubimendi, Merino, Le Normand y un par de jugadores -Isak y Odegaard- que cobraron vuelo definitivo en la Real Sociedad. Todos ellos llegaron a jugar juntos en la temporada 2020-21.

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Solo queda Oyarzabal de aquella lujosa nómina, fenomenales futbolistas que dieron brillo a la Real Sociedad. O, al revés, encontraron el hábitat perfecto para progresar y destacar. En el caso de Le Normand, Zubimendi, Merino y Oyarzabal, para formar parte de la mejor edición de la Selección desde la que ganó un Mundial y dos Eurocopas. Quedará para siempre el sueño de un equipo que, a grandes retazos, también representa el éxito del fútbol español en los últimos años pero, una vez más, la cruda realidad se impone. Sin sus anteriores maestros, repartidos por la Premier League y la Liga española, la Real Sociedad sufre para atravesar su particular desierto.

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