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La selección extraña el factor diferencial

Una sombría recepción ha presidido la victoria de la Selección, que no impresionó frente a Suiza. Fue uno de esos partidos que no pasarán a la historia, pero que de ninguna manera merecen los juicios sumarísimos que siguieron al partido. Persiste una idea que no se ajusta a los tiempos que corren: rivales que no reciben el crédito que merecen, digan lo que digan las estadísticas y las trayectorias. Suiza no asusta a nadie, pero complica a todo el mundo, incluida a la Selección española. Hace 12 años, en el apogeo del fútbol español, una selección suiza bastante peor que la actual derrotó a España en el primer partido del Mundial 2010. El resto es historia, pero aquel encuentro condicionó el rendimiento y el juego de la selección, que finalmente levantó la Copa del Mundo.

Suiza eliminó a Francia –actual campeona del mundo– en los octavos de final de la última Eurocopa. Este año adelantó a Italia en la fase de clasificación para el Mundial de Qatar, con consecuencias irremediables para los italianos, cuatro veces campeones del mundo. No acudirán al Mundial. Perdieron en la repesco con Macedonia del Norte. España sufrió un calvario para derrotar a Suiza en los cuartos de final de la Eurocopa 2021. Resolvió el partido en la tanda de penaltis. ¿Por qué esta vez iba a ser diferente la historia?

España jugó bien la primera parte, amparada en su mejor defensa: el control del juego. Es un equipo que sufre cuando el balón no tiene dueño y los partidos se descontrolan. La Selección se desorientó en el segundo tiempo y quedó expuesta a los rápidos ataques de Suiza, nada del otro mundo, pero suficientes para generar tensión y bastante desconcierto.

Es cierto que el juego fue correcto en el mejor de los casos y preocupante en el peor, pero sorprende el pesimismo de la reacción. En términos generales, España está mucho mejor ahora que hace tres o cuatro años. Ha hecho bien o muy bien casi todos los deberes. Se ha clasificado para el Mundial, fue finalista de la última Liga de las Naciones, alcanzó la semifinal de la Eurocopa y mereció llegar a la final.

Avanza el equipo con una pesada carga a su espalda. Por un lado, el recuerdo de los mágicos tiempos anteriores, cuando España dominaba el fútbol mundial. No hace tanto de toda aquello y la memoria abruma. Por otra parte, la Selección regresa de su largo infierno particular. Eliminada en la primera fase del Mundial 2014, cuando partía como favorita, y rápidamente desbancada de la Eurocopa 2016 y el Mundial 2018, España se encontraba en un complicado laberinto. Un gran y un pésimo pasado a la vez.

Luis Enrique ha demostrado que es el entrenador perfecto para este tiempo de tránsito y hasta de crisis. Ha confeccionado un equipo con carácter que pretende adueñarse de los partidos. Las sucesivas cribas de sus convocatorias se han sedimentado en la elección más sensata de jugadores. Más allá de los que acuden en los últimos partidos, apenas quedan más.

El equipo tiene personalidad y estilo. Es laborioso y no se permite vanidades, ni conflictos. Ha puesto en graves dificultades a varias de las mejores selecciones del mundo –el 6-0 a Alemania es inolvidable– y ha sufrido frente a rivales que todavía la tratan de usted, en este caso Suiza. Se complican los partidos porque España necesita hilar muy fino en el juego, sin errores, porque es un equipo de buenos o muy buenos jugadores, liderado por el único futbolista de época (Sergi Busquets).

En esta etapa del fútbol español, faltan jugadores diferenciales, capaces de corregir por verdadero talento las situaciones más adversas. España depende de un perfecto ajuste colectivo y por ese lado el trabajo de Luis Enrique ha sido magnífico, pero por ahora está ausente el factor diferencial. En esta fase de la Liga de las Naciones no han aparecido Laporte, Pedri, Thiago y Ansu Fati. Son cuatro jugadores primordiales. Uno de ellos, Pedri, ha marcado el paso de la Selección y del Barça cuando ha estado sano. En cierta manera ha sido diferencial. Thiago es un futbolista diferente a la tónica actual de centrocampistas en el mundo. En cuanto a Ansu, nada le vendría mejor a la selección que la versión más saludable de un delantero que se relaciona como pocos con el gol.