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La reina vuelve a ser princesa

Hace tiempo que Carolina Marín dejó de ser una princesa que suspiraba por el futuro, para convertirse en la reina del bádminton. Eso no le impide soñar con nuevos retos, ni emocionarse con nuevos éxitos. Carolina ha llorado mucho durante su vida, de tristeza y de alegría. Por pérdidas insuperables como la de su padre y por graves lesiones superadas como las sufridas en sus dos rodillas. También ha derramado lágrimas de oro, muchas, la más gorda en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Este miércoles volvió a llorar cuando conoció su elección como Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2024. Una distinción que supone la guinda a la brillante carrera de una española de Huelva que osó colarse en el imperio asiático del bádminton.

El premio tiene aura de colofón, pero también de motivación. El camino deportivo todavía no ha terminado. El anuncio de la concesión del galardón le llegó en pleno entrenamiento, en un año que brinda un objetivo especial: el oro en los Juegos Olímpicos de París 2024. El acercamiento no va mal: esta temporada ha ganado el All England, algo así como el Wimbledon de su deporte; el Open de Suiza, y su octavo título en un Europeo. La andaluza se ha reconvertido para seguir en la élite a sus 30 años. La calidad no se discute, sólo pide “salud” para alcanzar los objetivos, que “el cuerpo respete lo poquito que queda hasta París”. En octubre recogerá el prestigioso premio en el Teatro Campoamor de Oviedo. Es la octava mujer que lo consigue en 38 ediciones, un pobre balance todavía en el debe de la historia, y el 20º deportista español. La última en los dos supuestos había sido Teresa Perales en 2021, precisamente la voz del jurado que hizo oficial la designación. Para entonces, cuando desfile en otoño por la alfombra azul, quizá luzca una nueva medalla olímpica. La reina volverá a ser princesa por un día. Con tantísimos sueños cumplidos. Bañados en lágrimas.

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