La rabia de Carlos Sainz
El equipo Ferrari dejó una noticia buena y otra mala en el pasado GP de Austria. La buena es la mejora de resultados durante el fin de semana, con Carlos Sainz tercero en la esprint del sábado, y con Charles Leclerc segundo, por primera vez este año, en la carrera del domingo. La mala es que comete las mismas torpezas que en el anterior Mundial. Vamos a la imagen más esperpéntica. En la vuelta 13, Sainz rodaba tercero, a medio segundo de Leclerc. En la vuelta 14, el muro ordenó un doble pit-stop, y el español salió de boxes a seis segundos del monegasco y con tres coches intercalados entre ambos. Es difícil hacerlo peor. Las consecuencias del desatino no acabaron ahí, porque tuvo que apurar para deshacerse de Lewis Hamilton, Lando Norris y Checo Pérez, en un momentazo de adelantamientos que confirma su buen hacer en Spielberg, y excedió los límites de pista con una dura sanción. Quizá parte de ello se podía haber evitado si en las primeras vueltas, cuando Sainz rodaba con mejor ritmo que Leclerc, el muro le hubiera concedido permiso para adelantar a su compañero, pero la petición le fue denegada.
El cúmulo de decisiones, unas más justificables que otras, dejó al madrileño vendido ante la remontada de Checo Pérez, quien con un mejor coche, y con neumáticos más frescos, le arrebató el podio. Tuvo que sudarlo, eso sí, porque Sainz estuvo muy inspirado toda la carrera. No le sirvió de mucho. A pesar de sus buenas sensaciones, y de sus sacrificios por la Scuderia, no pisó el cajón. “Me da rabia no aprovechar el ritmo que tengo”, dijo, entre otras cosas, tras bajarse del monoplaza, visiblemente molesto. Tenía sus razones para quejarse. Días después, más tranquilo, entiende mejor los actos de Ferrari, pero eso no quita para que los pit-stops fueran malos. Sainz se ve con coche y con ritmo para luchar más arriba. Y la dirección del Cavallino Rampante debe estar a esa altura.