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La prueba perfecta para la noche de Anfield

Una característica poco apreciada de la Liga española es la variedad de estilos que propone, un aspecto no diferencial con respecto a las principales de Europa, pero sí importante porque prepara a los equipos para situaciones que en otros campeonatos son más raras por la homogeneidad en los estilos. En vísperas de su visita a Anfield, el Real Madrid ganó en El Sadar un partido tan bueno y tan rítmico como cualquiera de los mejores en la Premier. Osasuna hizo todo lo posible para dar la máxima altura al encuentro. Jugó sin desmayo, comprometiendo al Madrid numerosas veces, con un juego sencillo, pero articulado, de buen gusto, en un ambiente apasionado, confirmando punto por punto que es un equipo creciente.

Qué mejor para el Madrid que una noche inglesa previa al partido con el Liverpool, cerrada con un ejercicio firme, no sin sufrimientos, sin altibajos, de gran atención a los detalles, sin despistes, un ejercicio de máxima profesionalidad que incluyó otra deslumbrante actuación de Vinicius. Cada día levanta un poco más su techo, que ahora mismo parece cenital.

Sin Benzema y Tchouameni, Ancelotti se decidió por el 4-4-2, que probablemente será el dibujo en Anfield. A tres días para el duelo en Anfield, Modric fue titular y jugó todo el partido, sin escatimar una gota de sudor. Queda por saber si su presencia en El Sadar precedió a su ausencia el martes en la alineación titular. Por fortuna para Ancelotti y el Real Madrid, Modric desmiente todas las teorías sobre edades y decadencias. Resultó instrumental en la excelente respuesta del Madrid a Osasuna.

El equipo recordó pasajes de la anterior temporada por estas fechas. Trazó una línea defensiva bastante cercana a su área, se agrupó sin permitir huecos y confió en la respuesta de Vinicius como palomero en la banda izquierda. Respuesta sensacional, por cierto. Por exigencias de la enfermería de Osasuna, Jagoba Arrasate trasladó a Moncayola, un centrocampista alto y fuerte, muy poderoso, al lateral derecho. No era la primera vez que ocupaba esa posición. Sí fue la primera en medirse con Vinicius, una tortura en toda regla para cualquier lateral, los que han nacido para ese oficio y los que tienen que adaptarse por el camino.

Vinicius salió claramente ganador del combate, sin ningún detrimento para Moncayola. No hay lateral que no pase las de Caín con el extremo brasileño. En este caso, el duelo presentaba a un velocista puro, de altísima frecuencia, con un jugador potente, de zancada larga. Modric no tardó en detectar las posibilidades que ofrecía esa situación. Buscó una y otra vez pases diagonales que favorecían la explosividad de Vinicius. La temprana ecuación Modric-Vinicius sirvió para diseñar el partido, que Osasuna jugó a todo trapo, con una búsqueda prioritaria del corpachón de Budimir y la constante incorporación de centrocampistas.

Courtois intervino poco y miró mucho a los postes. Media docena de remates pasaron a un palmo de los palos. En el área, el Madrid se defendió de maravilla, sin conceder oportunidades en el juego aéreo. Las situaciones de mano a mano con el portero correspondieron al Madrid, casi todas protagonizadas por Vinicius, que infundió terror en la defensa de Osasuna. A su espalda, el resto del equipo fue estable, sin prisas, a pesar de la escasez de minutos que empezaban a quedar por delante.

La firmeza del Madrid y un error de Abde desequilibraron el encuentro. Es decir, se produjo una película que el Real Madrid sabe aprovechar como nadie en la Liga y en la Copa de Europa. El extremo cedido por el Barça perdió el balón en el medio campo, con su equipo desorganizado, y el contragolpe fue inmediato, con Vinicius a la cabeza y Valverde llegando para coronar la jugada.

Todo lo que sucedió antes y después de ese gol estuvo a la altura de un magnífico partido, perfecto como prueba para la intensa noche en Anfield.