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La madre del atletismo

El final de cada año es un momento sensible para recordar a quienes se han quedado por el camino. En la vida y en cualquier ámbito. En el deporte español, 2023 ha sido un periodo con pérdidas relevantes, con la muerte de pioneros y campeones que permanecerán eternos en la memoria: Federico Martín Bahamontes, Luis Suárez, Amancio Amaro, Josep Maria Fusté, Ferran Olivella, Guillermo Timoner, Marcos Alonso, Pepa Senante, Arsenio Iglesias, Txomin Perurena… El panorama internacional tampoco se libró del golpe: Bobby Charlton, Just Fontaine, Dick Fosbury, Jim Hines, Ralph Boston, Tori Bowie, Bobby Knight, Gianluca Vialli… Y lloramos a periodistas como Pepe Domingo Castaño y Fernando Llamas.

Todavía no nos habíamos recuperado de estas ausencias cuando los albores de 2024 se han llevado a una pionera, Carmen Valero, a quien la RFEA define con veneración como “la madre de nuestro atletismo”. Valero se proclamó bicampeona mundial de cross, en 1976 y 1977, y se convirtió en la primera atleta olímpica del país, en Montreal 1976. Pero por encima de estos logros, que ya serían mucho, está la manera de conseguirlos, en una España machista y cerril muy diferente a la actual. Carmen luchó tanto o más contra los obstáculos que encontraba fuera de las pistas que contra las rivales que se topaba dentro. La aragonesa tuvo que digerir cómo un presidente de la Federación le prohibía correr 10 kilómetros, porque era “mucho para una mujer”, y cómo le sancionaba luego por desobedecer la orden. O cómo los aficionados le gritaban “vete a fregar”. O cómo un federativo justificaba la falta de atención al equipo femenino porque ellas eran “culonas y pechugonas”. O cómo su oro mundial se pagaba a 100.000 pesetas, mientras que los de su coetáneo Mariano Haro valían un millón. Carmen Valero fue una mujer que abrió camino. Una campeona del deporte y de la vida.

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