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La lanzadera del Tour

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Una semana después de la conclusión del Giro, el pelotón enfila hacia el Tour. No directamente, sino a través del Dauphiné, que se ha erigido como el mejor ensayo general para la Grande Boucle. No están todos los actores, pero sí muchos de ellos, sobre unas carreteras por las que volverán a rodar en julio. Por poner unos ejemplos recientes de la equivalencia entre ambas competiciones: el año pasado, Vingegaard conquistó las dos carreras; Adam Yates se subió a los dos podios, y cinco corredores repitieron en el top-10. Entre los ausentes, es cierto que hay dos muy relevantes. Uno de ellos, por voluntad propia, Pogacar, que esta temporada ha diseñado otra hoja de ruta que pasaba por dominar el Giro de Italia. Y el otro, en contra de su voluntad, Vingegaard, que se recupera a contrarreloj de su tremenda caída en la Itzulia. En su lugar, el gafado Visma ha alineado a Kuss y Jorgenson.

Sí serán de la partida los otros dos grandes candidatos, pese a que ambos también rodaron por los suelos en el País Vasco, aunque con menores secuelas que el danés. Por un lado, Roglic, que ya ganó esta ronda en 2022. Por otro, Evenepoel, que ha variado su programación para preparar su estreno en el Tour, aunque ya ha avisado que aún anda corto para pelear la general. En la salida también están las dos mayores esperanzas del ciclismo español para la gran ronda francesa, Rodríguez y Ayuso, además de Landa, ese escudero de lujo de Evenepoel. Quien ha escogido este año otro camino es Enric Mas, que ha optado por la Vuelta a Suiza, una buena forma de quitarse presión o de buscar un escenario con menor competencia. Cualquier acercamiento al Tour de Francia es válido. Pero el Dauphiné, por su situación en el calendario y por sus semejanzas con su hermano mayor, ya ha demostrado que es una lanzadera óptima. Que empiece ya el Tour. Perdón, el Dauphiné.

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