La inquietud del Valencia
El Valencia Basket se despide este viernes de la Euroliga con mucha pena y nula gloria. También con la incertidumbre de si volverá la próxima temporada. Con las puertas deportivas cerradas, ahora depende de una invitación que no está fácil. Tampoco imposible. Lo que no supo defender en la cancha, hay que ganarlo en el despacho. Así es la Copa de Europa actual. La última derrota en casa ante el Asvel Villeurbanne, de paliza, cuando todavía tenía opciones de acceder al play in, generó el pasado jueves un estado de pesimismo en el club de La Fonteta. Fui testigo. Al día siguiente se celebraba el acto del Proyecto FER, las becas al deporte valenciano que otorga la Fundación Trinidad Alfonso, que se ha convertido en una fiesta anual. Es un evento que el mecenas Juan Roig disfruta rodeado del talento de la Comunitat. En esta ocasión, la felicidad no fue completa. Se respiraba en el ambiente. De hecho, la destitución de Álex Mumbrú saltó durante esa mañana, en busca de un revulsivo que se activó el fin de semana con una victoria rotunda ante el Baskonia. Parece mentira que el mismo equipo cambie tanto en tres días sólo con el cambio de entrenador. Los jugadores sabrán.
Aquella tristeza transcendía del mero disgusto puntual. De fondo asoma un plan ambicioso, ilusionante, que gira en torno al Roig Arena, un moderno pabellón con capacidad de 15.600 espectadores. Un coliseo así adquiere sentido con el anfitrión en la máxima categoría. Y mejor con una garantía de varios cursos, que con la duda constante de su presencia. Hay inquietud. Los equipos rusos volverán en algún momento, los de Belgrado abarrotan la grada, las capitales son coquetas (Berlín, París, Londres...), la Eurocup se fusionará con la Champions FIBA… El club taronja se ha marcado la temporada 2025-26 como túnel de ingreso. El proyecto es sólido. Pero la imagen también suma.