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La impunidad eterna del dopaje

Si alguien había pensado que el dopaje se había acabado en España o en el ciclismo cuando se apagaron los rescoldos de la Operación Puerto, solo tiene que leer la información a la que ha tenido acceso AS de la Operación Ilex para comprobar, tristemente, que la trampa sigue vigente. Es verdad que algunos de los nombres que aparecen en la instrucción son viejos conocidos en estos turbios asuntos, como Marcos Maynar, Vicente Belda y Ángel Vázquez, pero su reincidencia demuestra que todavía existe cierta inmunidad. La investigación de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil demuestra sin género de dudas que Maynar prescribió menotropina a Miguel Ángel López, de quien empezamos a entender de dónde le vienen los poderes para apodarse Superman, y que Vicente Belda García, alias Vicentín, hijo del popular director y entonces masajista del Astana, fue quien le suministró esa sustancia en Hungría, en la salida del Giro de Italia 2022, que el ciclista colombiano tuvo que abandonar después por culpa de los efectos secundarios del tratamiento.

El problema de este caso, como en otros anteriores de semejante cariz, no es probar el dopaje, que parece claramente acreditado en la Ilex, igual que ocurría con el sumario de la Puerto, sino construir un relato suficientemente firme para que la fiscalía o la judicatura puedan detectar un delito penal. Se puede entender, en parte, que en los tiempos de la fallida Operación Puerto no había una ley específica para castigar estas prácticas dopantes, entonces juzgadas como un delito contra la salud pública, pero resulta mucho más difícil de comprender que casi 20 años después, con una Ley Antidopaje en vigor que ya la hubieran querido los instructores de entonces, el fiscal de turno no encuentre todavía los argumentos para acabar con esta larga impunidad.

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