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La imparable caballería del Madrid

Fue un derbi con consecuencias, aunque no lo parezca por la fecha. Todavía en septiembre, con solo seis encuentros disputados, el Real Madrid ha cobrado una ventaja de ocho puntos sobre el Atlético de Madrid, distancia que coloca al equipo de Simeone en la estresante posición del perseguidor que va con la lengua fuera. Venció el Madrid sin mayores dificultades, con un aprovechamiento máximo de sus grandes recursos y una destacadísima actuación de su joven caballería. Rodrygo, Valverde y Vinicius, con la inestimable ayuda de Tchouameni en el brillante pase que precedió al primer gol del Madrid, dominaron el partido con una autoridad incontestable.

Las vertiginosas transiciones del Madrid en el Metropolitano, indetectables para la frágil defensa que armó Simeone, simbolizaron el paciente tránsito del club con un grupo de jugadores que ha tardado en esponjar, en ocasiones provocando dudas en los aficionados. El Madrid, que ha pecado de impaciencia en algunos ciclos, ha mostrado firmeza y buen ojo con gente que llegó muy joven a un equipo trufado de figuras.

Aunque ahora parezcan decisiones sencillas, de libro, no era fácil esperar a Valverde, Vinicius y Rodrygo en un equipo sometido a las máximas urgencias, repleto de estrellas, sujetas a enormes inversiones en el mercado. Valverde llegó muy joven de Uruguay, jugó en el Castilla sin deslumbrar, salió de la órbita madridista para enrolarse en el Depor, donde dejó poca huella, y terminó por regresar al Madrid. Las apuestas no le favorecían.

Primero, Valverde fue uno de esos suplentes que ocupan el fondo del banquillo. Después, un jugador complementario, de brega. Cuando su energía se volvió necesaria, frecuentó la titularidad, que nadie se atreve a discutir desde sus arrolladores meses final de la temporada anterior. En ésta, ha ido dos pasos más allá. Se siente tan importante como el más importante del equipo, con toda la razón por lo demás. Sus últimos partidos han destapado a la versión más actual de Steven Gerrard, por zancada, conducción, despliegue, seguridad, llegada al área y remate. Tres goles, dos de ellos extraordinarios, en los tres últimos partidos.

Valverde tiene 24 años. En otro momento, y con otras prisas, sus capacidades habrían quedado ocultas. Se ha ganado centímetro a centímetro el cartel que tiene, de protagonista con letras de neón, pero también hay mérito en el club, que confió en sus posibilidades y persistió en la apuesta.

Vinicius y Rodrygo desembarcaron con la etiqueta de fenómenos juveniles. A diferencia de Valverde, el Madrid aflojó un buen dinero en los dos fichajes, indicador de doble filo. Por un lado, confianza en las posibilidades de los jóvenes brasileños. Por otra parte, el nivel de expectativas que despertaron. En el mejor de los casos, se cumplen, pero en la mayoría de los ejemplos se vuelven angustiosas para los futbolistas inexpertos.

Que Vinicius siga en el Real Madrid se debe tanto a su progresivo rendimiento como al tajante apoyo del club y la sabiduría de Ancelotti para profundizar en sus cualidades, tan irresistibles en el último año que empujan al típico debate de final de temporada: ¿merece Vinicius el Balón de Oro o un puesto entre los tres primeros? Pregunta descabellada hace un año, cuando comenzó el campeonato como suplente en Vitoria, y puede que pertinente en estos momentos.

El debate sobre Rodrygo se remitió durante dos años a la comparación con Vinicius. Partidarios y detractores de ambos discutían de las virtudes y defectos de los dos jugadores. Rara vez la polémica se trasladó al ámbito de la titularidad, o de la obligatoria titularidad de uno de ellos. Hazard, Asensio y, en algún momento, Bale también entraban en la ecuación. El rendimiento de Rodrygo en el último trecho de la Liga de Campeones hizo evidente su importancia en la plantilla, pero esta temporada ha ido más lejos, tras la lesión de Benzema. Ha barrido a Hazard y su actuación en el derbi acreditó un potencial que excede a la clase y su facilidad para el gol. Jugó con empaque de figura, aguantó sin arrugarse el castigo que sufrió y dejó al madridismo feliz. Sin Benzema, también hay vida.