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La espléndida celebración ‘vintage’ de Vinicius

Un encuentro entretenido no significa un buen partido, pero la diversión cuenta y mucho en el fútbol presidido por la big data, los nutridos cuadros de analistas en los equipos y en el valor reverencial que han adquirido los sistemas y la manera de descifrarlos. Se esquematiza el juego como se le priva de una cierta ingenuidad, mal vista hasta por el periodismo y también por los espectadores, que acuden al estadio con la bufanda de hincha y percepción de entrenador.

No fue el caso del Real Madrid-Al Ahly. Cobró muy pronto el aire de los partidos con poco rigor y bastante diversión, un partido de jugadas, no de juego. Una noche, además, donde Vinicius olvidó los bailes y celebró su gol, el que inauguró el marcador, con un festejó a la antigua.

Vinicius está en boca de todos desde hace tiempo. Por lo que le hace, por lo que le hacen y por la deriva que empieza a tomar todo este asunto, que no escapa a las preocupaciones de los dirigentes del fútbol español. Javier Tebas citó el martes los insultos que recibe Vinicius para proponer medidas de control más drásticas en los estadios. Aunque problemas como el racismo, al que se refirió Tebas, no son exclusivos de los partidos en los que participa Vinicius, su caso permite al presidente de la Liga de Fútbol Profesional expresar su fastidio por la creciente temperatura que está adquiriendo el campeonato. En Son Moix fue explosiva, nada edificante para la Liga española y el negocio que la acompaña.

Esta vez Vinicius marcó un gol, dibujó unas cuantas jugadas de categoría y figuró entre los cuatro mejores del Real Madrid. El Vinicius de siempre, o sea. Pero en medio del hirviente debate que se ha abierto a su alrededor, sí se observó algún cambio en el jugador brasileño, menos aparatoso en su gestualidad y más comedido, quizá porque alguien le ha soplado a la oreja unos cuantos consejos que le vienen al pelo y benefician a todo el equipo.

Perder un poco de hojarasca innecesaria no va a convertir a Vinicius en un Sansón sin cabellera. No le restará talento, ni expresividad, pero distraerá menos al equipo. Es un jugador demasiado importante como para perderse en batallas demasiado ruidosas y confusas. Al Madrid no le han beneficiado en las últimas semanas, sin importar los resultados que se hayan producido. El equipo ha parecido más inestable y tenso, pendiente de un confuso clima que no le beneficia.

El joven jugador brasileño celebró su gol con una alegría genuina, explosión de entusiasmo natural cada vez más infrecuente en el fútbol. Desde hace un buen tiempo, los goles suelen convertirse en un acto de reivindicación pública del goleador, que se señala el número a la espalda, coloca las manos alrededor de las orejas para escuchar el fervor del público o para reprochar críticas anteriores, o se descuelga con alguna postura original, previamente ensayada en los espejos, para ofrecer al mundo una imagen de marca.

Cuando no están presididas por el ego, las celebraciones toman muchas veces derroteros ridículos. ¿Cómo olvidar aquella moda infame del perrito? ¿O la esnifada de Fowler, el catálogo de tantas y tantas estupideces empeñadas en desconsiderar al gol y retirar el valor de espontaneidad, de lo auténtico, de la alegría que sale del alma y no de la premeditación?

Vinicius gritó el gol desde el corazón, sin baile, ni coreografías. Lo gritó como debe gritarse, con pasión y naturalidad. Lo celebró como solía celebrarse, como lo celebraba Pelé: carrera, salto y puñetazo al aire. Así de simple, así de hermoso. Por las razones que fueran, y no cabe descartar algunos motivos latentes en las últimas semanas, Vinicius cambió de festejo. Le quedó de maravilla.