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La España marchosa

España asoma a los puestos punteros del medallero en los Campeonatos de Europa de Múnich. Para luchar en el continente hay una Selección competitiva. Más, incluso, con Rusia fuera de juego. A falta de una jornada, ya son nueve medallas: tres de cada color. Gran parte de culpa la tiene la marcha, una especialidad clásica en nuestro país. Hubo una época, desde que Jordi Llopart y José Marín colocaron los primeros ladrillos en ese gigante edificio del atletismo español, que la marcha era prácticamente un fijo en el podio. Cuando se hacían los pronósticos de los campeonatos, siempre se contaba con alguna medalla en esta especialidad. No siempre fue una predicción acertada, pero casi siempre. España suma históricamente 21 medallas en los Europeos, 17 en los Mundiales y cinco en los Juegos Olímpicos. Una gran cosecha. Esa tradición generó una cierta injusticia para las generaciones sucesoras, porque subir al podio de la marcha se convirtió, prácticamente, en una obligación, a la par que difundió una sensación de que la cosa era fácil. Nada de eso.

La marcha es una disciplina compleja, que combina fondo y técnica. María Pérez, descalificada este año en Eugene y Múnich, después de su oro continental en Berlín 2018, puede dar buena fe de la complicación. Aquel pasado glorioso también tiene su lado bueno, claro, porque gracias a la siembra de esa escuela han podido seguir saliendo campeones. En Múnich 2022 ha habido dos: Miguel Ángel López, en 35 kilómetros, y Álvaro Martín, en 20. Además de la plata de Raquel González y el bronce de Diego García Carrera. ¡Ah! Y dos cuartos puestos de Manuel Bermúdez y Alberto Amezcua, que no suman en el medallero, pero también describen el nivel deportivo del país. La España marchosa sigue siendo un filón. Y eso tiene un enorme mérito. Ganar nunca fue sencillo.