Opinión

La derivada Vinicius con Anfield al fondo

No hubo sabotajes, aunque el suceso de marras permanecerá en el ambiente.

Vinicius y Xabi Alonso.
Sergio Pérez
Santiago Segurola
Actualizado a

El Real Madrid aparcó el caso Vinicius en beneficio del buen orden general y los réditos de las victorias, que no cesan. El balance en Liga es casi perfecto: 11 partidos ganados, una derrota. Lleva sin resuello al Barça y el Atlético, que le persiguen sin margen de error. Desperdiciar esta situación sería un suicidio en toda regla y, con excelente juicio, el Madrid no la desperdició. Alonso alineó al equipo fetén, incluido Vinicius, y lo demás fue un festejo: goleada, excelente primer tiempo, cómodo segundo, futbolistas contentos, hinchada feliz y paz en el Bernabéu.

No hubo sabotajes esta vez, aunque el suceso de marras permanecerá en el ambiente durante toda la temporada. La ofensiva de Vinicius contra Xabi Alonso fue pública, redoblada por un comunicado infame que traerá consecuencias. ¿Cuándo, cómo? Nadie lo sabe. A un lado una estrella del fútbol que se sabe poderoso en el club, sin entender que anteriores poderosos salieron tarifados del Madrid cuando Florentino Pérez les consideró prescindibles, y en el otro extremo el nuevo entrenador, que sabe latín y es un acreditado estratega. Los números del equipo cada vez le ayudan más, lo mismo que la ferviente respuesta del equipo en el Clásico y contra el Valencia.

Alonso respondió en una sencilla goleada con el mismo tratamiento a Vinicius que en el día de autos. Figuró entre los titulares y fue cambiado en el segundo tiempo. Le sustituyó Rodrygo, como hace una semana. El entrenador fue consistente en sus decisiones. Vinicius, que jugó bien y con ganas, se retiró sin levantar la voz. Chocó su mano con la de Alonso y se sentó en el banquillo. Más que diplomático, el saludo fue frío y tenso, con un factor añadido: Vinicius no convirtió el lanzamiento del penalti que le prestó Mbappé, un golpe al orgullo en un partido que para el delantero brasileño era más que un partido.

Fuera del universo particular que ha generado el caso Vinicius-Alonso, el Madrid funcionó como la seda, ayudado por la escasa oposición del Valencia, abocado de nuevo a una temporada de ruido y temor. Sufrió una barrida en la primera parte y apenas mejoró en la segunda, que el Madrid casi jugó a beneficio de inventario -Endrick jugó por fin unos pocos minutos- si no fuera por el impresionante gol de Álvaro Carreras, que le vendrá de perlas.

El Madrid se ajustó, con mejores futbolistas, a lo que Xabi Alonso había diseñado en el Bayer Leverkusen. Para eso le ficharon. Todo indica que la maquinaria comienza a engrasarse -Militao es una autoridad defensiva, Güler se acerca cada vez más a las expectativas que Alonso tiene de él, Bellingham transmite otra vez la sensación de imbatible poderío, no hay línea defensiva que detenga a Mbappé y Vinicius mezcla toda clase de pimientas-. En cuanto a los resultados, venían de serie, excepto el sofocón en el Metropolitano.

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A Xabi Alonso le llega un momento muy especial en su vida. Mañana regresa a Anfield, donde jugó cinco años y se hizo un nombre en el fútbol internacional. Su vínculo sentimental con el Liverpool es evidente. Con toda seguridad, la hinchada le recibirá con cariño y agradecimiento. En estas cuestiones el fútbol inglés mantiene sus saludables tradiciones. Anfield añade otra perspectiva. Es uno de esos campos que gana partidos. Su mística impone, incluso en estos momentos de inesperada fragilidad del equipo. Una fantástica oportunidad, por tanto, para medir la crecida del Real Madrid.

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