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La democracia de Old Trafford

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La resaca electoral me ha pillado lejos, en Mánchester, viviendo una experiencia de fútbol en Old Trafford que me permite sacar conclusiones del fútbol y de la vida, es decir, la misma cosa.

Lo primero que llama la atención viviendo un partido en Inglaterra es el protagonismo del público, la gente que sostiene este negocio. No hay música ambiente a todo trapo, el speaker apenas interviene en un tono neutro y el marcador es una simple placa rectangular. En un club en el que se inventó el marketing futbolístico en los 90 no han perdido su esencia. Los fans son todo porque se han hecho respetar. Conocen sus derechos y los ejercen. Las pancartas de sus leyendas conviven con las de protesta contra los propietarios extranjeros del club. Son un pueblo consciente, unido, con unos cimientos sólidos. No es un club democrático, pero ejercen el poder real de la democracia. Todo aquello que le falta a la sociedad madrileña, que vota cada cuatro años, pero tiene una democracia enferma.

El estadio está lleno de placas de recuerdos y tradiciones. A los empleados que murieron construyendo el estadio, al directivo que les salvó de la bancarrota, la placa en el asiento de Matt Busby, el olor a chimenea del antepalco junto al palmarés. Los socios fallecidos esta temporada en el programa. El pasado construye el futuro. Nadie olvida de dónde viene. Nadie cuestiona los valores comunes. Y el que se atreve es expulsado o forzado a rectificar. No querían Superliga y salieron a la calle. Fueron escuchados. En Madrid hay un consenso sobre el sistema sanitario público, la justicia social y la igualdad de oportunidades. Cuando esos valores son atacados, los médicos y profesores salen a la calle. El PP les llama vagos, recorta sus derechos y les criminaliza.

El régimen de la derecha radical en Madrid que dura ya casi tanto como la dictadura cambió hace años los mensajes de la megafonía del Metro. En lugar de aludir a los viajeros se les llamaba “clientes”: “Atención señores clientes”. Si a los ingleses les taparan sus gritos y cánticos con un speaker gritón rodarían cabezas.