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La bola de cristal de Braithwaite cae a los pies del Espanyol

Que tu primer (y único) tiro a puerta el día que necesitas ganar imperiosamente para que no se escape tu último tren hacia el ascenso directo lo hagas en el minuto 94, en una falta directa desde lejos, la botada por Pere Milla, lo dice todo. Que Martin Braithwaite remate por primera vez –y muy desviado– en el 98′, es como para que revise su fallida bola de cristal. Y que el Espanyol encadene cinco empates en el momento crítico de la temporada, cuando tan sólo vale sumar de tres en tres para alcanzar el objetivo, es como para pedir explicaciones… o juicios sumarísimos.

Al Espanyol se le agota definitivamente la posibilidad de subir por la vía rápida, que en realidad ha ido agotando en Cornellà. Buen ejemplo de ello es el propio Real Valladolid, que en el fortín de Nuevo Zorrilla ha construido su liderato provisional. Y se le agotan también todas las excusas. Porque sí, jugando media hora con diez en Pucela puede ser meritorio aguantar un resultado, pero éste es insuficiente y la expulsión de Nico Melamed puede considerarse rigurosa pero nunca injusta: tenía amarilla y Cordero Vega interpretó que su caída sin penalti era un piscinazo. La tostada casi siempre le cae por el lado de la mantequilla a un equipo que cumple aquello de que las desgracias nunca llegan solas, pero que además parece buscarlas.

Jofre es atendido tras un posible penalti no pitado que le ocasionó una lesión.
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Jofre es atendido tras un posible penalti no pitado que le ocasionó una lesión.

Porque con una producción ofensiva intermitente por dentro, nula por las bandas, un centro del campo descafeinado y una defensa que ha mejorado respecto a otros tramos del curso pero que deja continuamente vendido a Joan García, ni las polémicas decisiones arbitrales –como el posible penalti sobre Jofre, que acabó con un tobillo hinchadísimo y encima lesionado, la probable mano fuera del área de Masip e incluso la inexistente pena máxima de Joan que tuvo que anularse VAR mediante– pueden servir como pretexto o atenuante del desaguisado.

En definitiva, se acaban las cuentas por el ascenso directo y comenzarán otras. Las primeras, para asegurar una promoción que con la clasificación en la mano no está ni mucho menos garantizada. Después, si se consigue (cuesta hasta escribir el condicional), las de los rivales, los cruces... Y preguntas como si la llegada de Manolo González, que se antojaba demasiado tardía, era en realidad conveniente. Y la enorme incertidumbre sobre si esta plantilla es capaz de aguantar y superar la presión de un playoff para subir a Primera. El momento del todo o nada. De una obligación que no ilusiona. Y cada partido que pasa, menos.

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