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Kylian, una prudencia necesaria

El tic tac para la llegada de Mbappé al Madrid está activado de forma definitiva. Esta vez, sí. No va de farol. No hay ceros a la derecha que le hagan dar otra espantada en el último momento. Ni macrones, sarkozys ni emires que le puedan hacer cambiar de opinión. El gato (la tortuga en este caso) está en el zurrón. El madridismo no debe hacer más cábalas sobre su llegada. Es ya, oficiosamente, jugador del Real Madrid. Pero es bueno que él mantenga esa distancia coherente para no verbalizar este secreto a voces. Seguro que su carácter umbilical le llevaría a proclamar ante los cuatro vientos que por fin (¡siete años después!) va a ver cumplido su sueño infantil de jugar en el Bernabéu con esa camiseta blanca que salía en sus cómics de su etapa escolar. Pero ni puede ni debe. Le toca ser prudente, guardar silencio ante su próximo destino y hacer lo de ayer: posar ante su figura de cera y sonreír sin más.

Kylian sabe que está ante un reto descomunal, muy alejado de ese conformismo inevitable que tenía en el PSG por la falta de alicientes deportivos. Ganar la Ligue 1 y quedar siempre apeado de la Champions en diferentes fases (en octavos cuando compartía vestuario con Messi, en semifinales cuando lo ha hecho con Dembélé y en la final cuando Neymar el brasileño tuvo un año sin lesiones) ha dejado su carrera profesional lastrada por la sombra del fracaso a sus 25 años. Ya sé que a nivel de Selección está en la cumbre, con un Mundial y un subcampeonato. Pero aquí lo que corta el bacalao del Star System es ganar una Champions y conquistar un Balón de Oro. Mbappé sabe que ahora lo tendrá mucho más a mano en el deslumbrante Bernabéu junto a Vinicius, Rodrygo y Bellingham. Pero que llegue con humildad. Ancelotti sabrá recordárselo...

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