OPINIÓN

Koeman, el problema del problema

Cuando tantos cadáveres deja uno por el camino, el muerto está en el cementerio propio más que en el ajeno.

Netherlands' head coach Ronald Koeman reacts from the sidelines during the UEFA Euro 2024 Group D football match between the Netherlands and Austria at the Olympiastadion in Berlin on June 25, 2024. (Photo by GABRIEL BOUYS / AFP)
GABRIEL BOUYS | AFP
Aritz Gabilondo
Aritz Gabilondo (San Sebastián, 1980) es redactor jefe de fútbol internacional de AS. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, empezó su carrera en El País y desde 2002 trabaja en AS. Ha cubierto Mundiales, Eurocopas y Juegos Olímpicos para este diario. Es comentarista de fútbol internacional en Cadena Ser, Movistar+ y Mediaset.
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Ogro. A Koeman le ha devorado el personaje o directamente la vida le ha puesto en un sitio que buscó y no merecía, aquel que le hace ver a los demás desde un púlpito que él mismo ha creado. No hay en su carrera como técnico un mérito suficientemente relevante como para que se empeñe en dar lecciones al resto. Su principal gesto de notoriedad, de hecho, se remonta a cuando era futbolista y marcó en Wembley el gol que otorgó al Barça la primera Copa de Europa de su historia.

Lejos. Han pasado 32 años y sigue viviendo de un cuento que ahí le tiene, dirigiendo por segunda vez a su país tras haberlo hecho también en el Camp Nou, en la Premier y en los clubes neerlandeses más importantes: Ajax, Feyenoord y PSV. Pese a ello, su palmarés es estrepitosamente exiguo, aunque no le impide hacer enemigos allá por donde pasa, como si detrás de ese rostro enrojecido de Tintín fuera necesario un sargento que le aportara rudeza. Pero no es Van Gaal, Ronald, ni en el banquillo ni en la vida.

Feo detalle. Su última batallita fue retirar a Joey Veerman en el minuto 35 del partido ante Austria en la Eurocopa y atacarlo luego en público a pesar de que el futbolista, de 25 años y en su primer gran torneo internacional, acabó hundido por sus fallos, destrozado consigo mismo, en una imagen que enseguida se hizo viral. “Le veía tropezarse”. “Tuve que intervenir”. “Se supone que es bueno con el balón”. Esas fueron algunas de las lindezas del jefe matón hacia el subordinado dolido, lo peor que puede hacer quien tiene mando sobre otro.

Pasado. Analizando lo sucedido, uno recuerda de repente el historial de bravuconadas de Koeman desde que es entrenador. Le ocurrió en su día con Mido, la estrella egipcia del Ajax. Pasó por supuesto con Cañizares, Albelda y Angulo, a los que apartó del Valencia a su llegada como si en vez de mitos del club fueran parásitos a exterminar. Tampoco Joaquín acabó bien con él luego. Ni en el Barça Pjanic, Riqui Puig o Luis Suárez. Cuando tantos cadáveres deja uno por el camino, el muerto está en el cementerio propio más que en el ajeno.

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