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Más que el fichaje de Lewandowski, sin duda muy llamativo, estos días los culés esperamos la ampliación del contrato de Gavi. Su eclosión a los 17 años, tanto en el Barça como en la Selección, le han convertido en pieza clave para el equipo que construye Xavi. Más allá de su potencial, Gavi es para el imaginario culé una esperanza de futuro, junto a Pedri, Ansu Fati, Araújo o Balde. Excepto en el caso de Pedri, son jugadores que salen de las categorías inferiores y han crecido para llegar al primer equipo, pero también con la amenaza de no conseguirlo. La atención que reciben los jóvenes talentos de La Masia alimenta la ilusión de los aficionados, pero también levanta mitos antes de hora, con un aura de salvadores que no siempre cumplen las expectativas y devienen juguetes rotos.

El agente de Gavi, Iván de la Peña, fue precisamente una de esas esperanzas truncadas como jugador. Años leyendo sobre su estilo exquisito y su visión del juego y tres temporadas después de debutar, con 22 años, dejó al Barça para fichar por el Lazio y acabó haciendo carrera en el Espanyol. La lista de esos jugadores que no culminaron su sueño en azulgrana es amplia, y son buenos ejemplos Bojan, Denis Suárez o Gerard Deulofeu. En otros casos se fueron antes de triunfar, temiendo el fracaso o atraídos por el cambio de aires, como Grimaldo al Benfica, Jordi Mboula al Mónaco o Xavi Simons al PSG (y siempre con la idea en la recámara de volver con éxito, como hicieron Piqué o Cesc en su día).

Ahora, mientras Gavi ensaya su firma y Pablo Torre es elogiado por Xavi, el último juguete roto puede ser Riqui Puig, muy doloroso para el aficionado por su insistencia y los destellos de talento cuando ha tenido una oportunidad. Pero no es el único: ya se sabe que en el Barça B no seguirán talentos con buena prensa como Arnau Comas o Lucas de Vega, y esperemos que no se les una Jandro Orellana, un medio centro de 21 años con llegada y un ritmo de pelotero que me recuerda a Eusebio Sacristán. Por favor que no me lo toquen.