La Caja Negra

Javi Guerra, un mal síntoma en el Valencia

25/10/25 PARTIDO PRIMERA DIVISION 
VALENCIA CF - VILLARREAL CF 
TRISTEZA JAVI GUERRA
David González
Javier Sillés
Subdirector de AS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, empezó en 2011 en la sección del Real Madrid como becario. Después pasó a AStv, donde ejerció la función de editor jefe hasta 2021 y como jefe también de la sección de infografía. En 2021 fue nombrado de redactor jefe de fútbol y en 2022 ascendió a subdirector de AS.
Actualizado a

Singular declive

La caída a puestos de descenso vuelve a dejar al Valencia en la casilla de salida. Parece vivir en un bucle eterno en las últimas temporadas, con mal final en apariencia, porque no siempre va a poder escapar de la quema. Las sensaciones del equipo de Carlos Corberán, otrora salvador, encuentran fáciles precedentes y recuerdan la fragilidad del proyecto che. A partir de ahí, lejos de una versión competitiva plena, el Valencia también demanda el paso hacia delante de figuras individuales que en otro tiempo lo hicieron. Es el caso de Javi Guerra (22 años), desnortado en este inicio de curso. Nadie se libra, con razón, de la reprimenda de Mestalla. Tampoco él, ni Gayà. Javi Guerra oficia hoy como síntoma de la deriva de este Valencia. Su comprobado potencial se ha difuminado, así como su crédito. El centrocampista no se encuentra en el doble pivote y apenas tiene trascendencia en el juego de su equipo. Le falta continuidad, aplomo y atrevimiento, virtud de la que antes iba sobrado. Solo así se explica, al margen de que seguramente su posición idónea sea por delante del centro del campo, que únicamente promedia un regate cada dos partidos. Además, cae en la pérdida de forma recurrente —diez por partido— y no supone una amenaza desde segunda línea como lo era antes. En esas, tampoco le favorece su inhibición en la marca sobre Comesaña en el 0-2 del Villarreal. El Valencia se tambalea de nuevo, Mestalla es un polvorín y Javi Guerra aparece como una sombría constatación de que las cosas siempre pueden ir a peor.

El ascenso sin fin

En el Espanyol todo es ilusión y felicidad. Atendiendo a la clasificación y a la identificación con el equipo, no es para menos. El éxito tiene un nombre propio y se llama Manolo González. Su trayectoria dista mucho de la normalidad de la élite al construir una carrera durante tres décadas en los banquillos de categorías inferiores a base de tesón y aprendizaje continuo. Cuando se le dio la oportunidad, subió al Espanyol, lo mantuvo después y ahora lo tiene en posición europea con una forma de jugar clara y pragmática. Se trata de un bloque que hace bien las cosas que necesita. Con una estructura armónica, defiende con orden y junto, sin apenas errores visibles y con un porcentaje altísimo de entradas ganadas (66%), pero también ataca con vértigo y alternativas. Es el tercer equipo que más tira de LaLiga (114 disparos), solo por detrás de los dos mastodontes; el que más remata de cabeza (33); y el que más centros buenos realiza (63). No está educado en la elaboración pausada, quiere morder y llegar pronto, de ahí que también figure arriba en el ranking de la métrica de velocidad directa —velocidad promedio del balón cuando avanza hacia la portería rival durante una secuencia— que subraya su dominio de las transiciones y juego vertical. La impresión general, a la que se suma la puntuación perica, avala el plan de Manolo González, cuyo mérito resulta incuestionable.

La esperanza

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Girona y Oviedo empataron en un partido frenético de idas y venidas que les deja tal y como estaban. Los fallos se pagan, y por eso son colistas. Con todo, tanto Míchel como Carrión tienen razones a las que agarrarse. En el caso del Girona, fue evidente el peso en la remontada, finalmente abortada por Carmo, de Ounahi y Stuani. Entre lo dos, cambiaron el decorado del encuentro. También intervino Thomas Lemar (29 años), que de no ser por tanta lesión y un exceso de frialdad en sus maneras podía haber seguido un recorrido más lustroso. Aun así, el Girona le requiere ahora y él respondió ofreciéndose (25 toques) y asumiendo la manija (14 pases y una asistencia) en los 22 minutos que dispuso. En zonas intermedias, junto a Ounahi, generó peligro y reconectó las líneas de los rojiblancos a través de su talento. Desde esa perspectiva, le dijo a Míchel que cuente con él.

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